Joyce Didonato. Orquesta de la Ópera de Lyon / Riccardo Minasi.
Erato, 46365623 (CD)
DiDonato napolitana
Como bien imagina la estupenda artífice de este proyecto discográfico, el Nápoles de las primeras décadas del siglo XIX era un centro musical extraordinario, que formaba de modo continuado a una y otra estrella de la composición (con Bellini como el más brillantes de los ejemplos) y recibía con los brazos abiertos a un Rossini que allí dejó lo mejor de su arte. Sin duda inspirado por la grandiosa diva Isabel Cobran, o Isabella, si italianizamos el nombre de la madrileña a la que Joyce DiDonato ya dedicó un disco de menor categoría que el que ahora se presenta, el compositor de Pesaro consiguió revolucionar con algunas de sus creaciones el panorama musical napolitano. La incomprendida Zelmira fue quizás uno de los mejores ejemplos, y no nos extrañaría que la mezzosoprano norteamericana se atreviera a cantar el rol completo, sobre todo atendiendo a la estupenda prestación del aria final que aquí se recoge. Ya está triunfando en medio mundo con la compleja Elena de La Donna del Lago, y planea atacar Semiramide en un futuro cercano.
Pero es en las rarezas recuperadas de los archivos donde radica el mayor interés de Stella di Napoli, que recibe el nombre precisamente de la ópera de Pacini. El mercado saturado de siempre el mismo belcanto necesita estas joyas para refrescarse, y qué mejor que con páginas de Mercadante, Valentini o Carafa. Desde los más conocidos “Dopo l'oscuro nembo” o la muerte del belliniano Romeo a la exquisita armónica de cristal de Elisabetta al castello di Knnilworth (la cuarta Tudor de Donizetti), Joyce DiDonato en muy buena forma nos deleita con un fraseo muy cuidado y unos medios muy adecuados para los escogidos roles. Podríamos apuntar cierta debilidad en los extremos de su tesitura, compensada por una total implicación que llega a altas cotas en la plegaria de Maria Stuarda; es este otro rol que si bien no redondea sí que se está convirtiendo en uno de sus caballos de batalla. Nos parece espléndido el trabajo con las variaciones y las dinámicas, demostrando con él un alto conocimiento del repertorio del primo ottocento.
Mención especial merece la Saffo de Pacini, un bombón para divas que nuestra Caballé trajo a España en los ochenta o la inmensa Leyla Gencer cantó en el mismísimo San Carlo con un éxito memorable. Sin llegar a las excelencias de ambas, pero con depurado estilo y dicción más que notable, DiDonato regala una escalofriante escena final.
La orquesta lionesa nos ofrece una prestación a la altura de las expectativas, al frente de la cual un enérgico Riccardo Minasi imprime a estas piezas la luz mediterránea que precisan.
Pedro Coco Jiménez