Nos relata Andsnes en el cuadernillo, que la música para piano de Sibelius (19 opus frente al total de 117) se encuentra “arrinconada” ante el poderío sinfónico de su obra. Sencilla y fácil conclusión, pero es la más acertada, ya que estas preciosas obras son eso, sencillas, en el mejor término de la palabra. Frente al discurso que se desarrolla con complejidad, imaginación, contrastes y tensiones de su música orquestal (quizá la más fascinante de los herederos del Romanticismo, más aún que la de R. Strauss), su música para piano resume un estado de paz, sosiego y calma, aquella que en su música sinfónica, cuando se encuentra, vive acechada por la inquietud. Es por eso que el pianista noruego, que conoce bien a través de sus estudios con Berglund todo el corpus sinfónico del finés, decida comenzar el disco con 2 Impromptus Op. 5, músicas tan secretas e íntimas que cuesta imaginar la firma de Sibelius tras ellas. Con el arreglo del propio compositor del Valse Triste (tocado con calma, como debe ser), el disco recorre piezas delicadas y bellas que merecen tener su espacio en el repertorio, como la Barcarola Op. 24, los Kylliki Op. 41 o las Bagatelas Op. 97. Sin menospreciar otras interpretaciones (la integral de Tawaststjerna, pater pianístico en la Academia de Helsinki, o la excelente de Risto Lauriala en Naxos), esta de Andsnes se encarama en lo más alto.

Gonzalo Pérez Chamorro