Boston Symphony Orchestra / Andris Nelsons.
DG 4860546 ( 2 CD)
NUEVO SHOSTAKOVICH MEMORABLE DE NELSONS
Un paso más en la integral sinfónica de Shostakovich de Andris Nelsons (y su excepcional orquesta de Boston Symphony Orchestra), y nuevo hito discográfico del sello amarillo (enviado por Universal para descarga digital).
En esta ocasión el letón opta por reunir los extremos cronológicos del corpus sinfónico. Y el resultado no deja de ser revelador. Escuchar la juvenil Primera Sinfonía que, pese a su ortodoxia (no dejaba de ser un trabajo fin de curso), ya anticipaba alguna de sus obsesiones posteriores (marchas, valses…), junto al testamento musical de su Sinfonía n. 15, es una opción sin duda impactante. El Shostakovich sin corsés, junto al crepuscular de sus últimos años. El primero repleto de energía positiva, de ambición, sin esconder su interés por las nuevas vanguardias del oeste ni por Prokofiev o Stravinsky; frente al Shostakovich del metalenguaje musical (donde hay que leer entre líneas, para entender los mensajes subyacentes: el dolor y el sarcasmo al mismo tiempo o la admiración frente a la repulsa de su propia existencia), resultante de su compleja batalla personal con el régimen soviético. Y, al final, es el mismo. Andris Nelsons borda ambos mundos, demostrando otra vez que sus lecturas de estas Sinfonías son un nuevo referente discográfico, repleto de entendimiento real, cuando ya parecía imposible decir más de ellas (Bernstein, Haitink, Mravinsky, Rozhdestvensky…).
La Orquesta Sinfónica de Boston suena como nunca, sobre todo su sección de cuerda. Y la toma de sonido (que milagro de sala, esta de Boston) es impecable. Cierta conexión existe igualmente entre la insólita Decimoquinta Sinfonía y los Cuartetos para cuerda del ruso. Quizás por ello Nelsons incluye, en esta edición, la Sinfonía de cámara Op. 110a (el arreglo para grupo de cámara, de Rudolf Barshai, del muy conocido Cuarteto de cuerda n. 8).
Es en esta obra donde las cuerdas de la Sinfónica de Boston generan más admiración. Un corpus (el de las Sinfonías de cámara) que también se está imponiendo, con el paso de los años, con toda la razón (mi consejo es acudir a la grabación de las cinco Sinfonías de cámara, dirigidas por el propio Barshai, ahora disponible en Brilliant Classics).
Más complicada de emparejar es la Sinfonía n. 14. No es una sinfonía al uso. Como La canción de la tierra, es un conjunto de poemas (Rilke, Lorca, Apollinaire…), para voz y orquesta, con un cierto punto de reflexión alrededor de la muerte (excelentes las prestaciones de Kristine Opolais y de Alexander Tsymbalyuk). Se nota la motivación del encargo que le hizo Britten. Aunque sí hay una cierta conexión con la Sinfonía de cámara, ya que el responsable del estreno fue Barshai. La versión de Nelsons es igualmente modélica. Y sirve para cerrar un círculo de excelencia absoluto. Merece la pena seguir descubriendo el Shostakovich de Andris Nelsons, como ocurrió hace unos años (en menor medida, también es cierto) con el de Kitajenko (para Capriccio). Máxima recomendación.
Juan Berberana