Quizá porque no se trata de obras originales sino de arreglos para orquesta de cuerda realizados por Rudolf Barshai, las llamadas “sinfonías de cámara” de Shostakovich no me han llamado nunca demasiado la atención. Prefiero, sin duda, las versiones originales para cuarteto. Pero, por otro lado, se entiende perfectamente el interés de las orquestas de cámara por llevar a su terreno un repertorio tan impresionante como este, sobre todo el Cuarteto n. 8, una de las obras más autobiográficas y oscuras del compositor soviético, a la que Barshai logró dar una entidad casi sinfónica. Dicho lo cual, y aunque suene contradictorio con lo expuesto más arriba, la página más interesante de este disco es precisamente aquella en la que la mano del adaptador fue más intervencionista: el Cuarteto n. 4, en el que a las cuerdas se suman vientos y percusión. La audición supone redescubrir la partitura, encontrarle matices nuevos, aunque una y otra vez se tenga presente que esto no es original de Shostakovich.

Dmitry Yablonsky, que antes que director fue violonchelista, sabe tratar las cuerdas, hacer que suenen con empaque y que tengan color. Si a eso se suma que conoce bien la música del compositor, sus lecturas solo merecen el elogio.

Juan Carlos Moreno