Alexander Vinogradov, bajo. Huddersfield Choral Society. Royal Liverpool Philharmonic Choir and Orchestra / Vasily Petrenko.
Naxos, 8.573218 (CD)
EL OTRO PETRENKO
No vamos a contradecir aquí las excelentes críticas que ha tenido el ciclo Shostakovich de Vasily Petrenko (nacido en 1976) con la Royal Liverpool Philharmonic Orchestra y, más aun, el registro que nos ocupa. Hay aspectos indiscutibles en la grabación que avalan esta afirmación como la toma espectacular de sonido, la labor del magnífico bajo solista Alexander Vinogradov y su acertado timbre de voz o, finalmente, la impulsiva y rabiosa lectura del director ruso, novedosa y ciertamente poderosa. No podía ser de otra manera con un valor consolidado de la dirección mundial y con una orquesta que apostó en su día por esa eficaz y decidida juventud.
De las Sinfonías del compositor, quizás la Trece, una Sinfonía coral con pedigrí de cantata para bajo solista, coro masculino y orquesta, sea una de sus más singulares creaciones. Si estamos de acuerdo en que una de las funciones del arte puede ser la de despertar conciencias dormidas o hacernos reflexionar sobre las difíciles relaciones que a veces se establecen entre la sociedad y el individuo, esta Sinfonía representa un ejemplo extraordinario.
El concurso de los textos del poeta Yevtushenko, que despertaron el vivo interés del compositor sobre el antisemitismo soviético, supusieron un acto de desafío político para Shostakovich en 1962. Los diferentes poemas, que aparecen traducidos al inglés en el libreto que acompaña la grabación, no solo hablan de la masacre de Babi Yar en 1941, sino de cuestiones como el silencio oficial, de difícil asunción. Como escribió Shostakovich al joven compositor Edison Denisov: “Cuando leí Babi Yar, quedé atónito. Yo y millares de personas. Muchos habíamos oído hablar sobre la matanza, pero el poema de Yevtushenko nos hizo tomar verdadera consciencia de ello. Ellos habían tratado de destruir la memoria de Babi Yar, primero los alemanes y luego el gobierno de Ucrania. Pero después del poema de Yevtushenko estaba claro que ya no serían nunca olvidados. Este es el poder del arte”.
Por lo que respecta a la grabación, debemos insistir en el acertado balance entre orquesta, solista y coro, cuyo trabajo, aunque no suene especialmente a ruso, es magnífico. El ambiente dramático está presente a lo largo de la interpretación, pero quizás la versión de Petrenko apuesta más por transcender los tópicos teatrales y no incidir excesivamente en la ilustración de la amargura y los terrores cotidianos. Igualmente, algunos contrastes se nos presentan un tanto forzados por esta lectura vitalista e impulsiva. Sarcasmo, humor corrosivo, conflicto interior y una reflexión sobre la naturaleza humana, aspectos todos ellos presentes en sus últimas sinfonías y un periodo de aceptación de los horrores existenciales que se inicia precisamente con esta, nos muestran al Shostakovich más comprometido con la verdad.
Ángel Lluis Ferrando