Orquestas New Philharmonia y Royal Philharmonic / Kurt Sanderling, Kirill Kondrashin.
Ica Classics 5171 (CD)
DE PURA CEPA
Si observamos los intervalos de tiempo que transcurren entre la composición de una sinfonía de Shostakovich y otra, podremos comprobar que no hay mucho espacio entre algunas de ellas, pues abundan los dos años (entre las 1ª -1925-, 2ª -1927- y 3ª -1929-, también entre las que van de la 5ª a la 9ª -1937, 39, 41, 43 y 45 respectivamente). No obstante, hay otras entre las que el intervalo de composición es mayor; algunos casos muy sonados, como entre la Tercera y la Cuarta (alrededor de seis años, entre 1929 y 1937, aunque por razones de censura no pudo ser estrenada hasta 1960, como ya es sabido). Además de este caso extremo, llama especialmente la atención el intervalo de ocho años que transcurre entre la Novena y la Décima Sinfonías. Es decir, entre la crítica furibunda al sistema y ese profundo canto a la paz mundial que el compositor traslada a los pentagramas de la última obra citada, sin duda una de sus músicas más conseguidas, a la vez que uno de los máximos ejemplos del género de todo el siglo XX. La prueba de que Shostakovich llevaba ya tiempo pensando en una obra así la tenemos en algunos de los esbozos aparecidos que datan de dos o tres años antes del estreno; es decir, cuando Stalin aún estaba vivo y coleando. En cualquier caso, lo cierto es que la obra no fue terminada hasta después de la muerte del Presidente de la URSS, y dada a conocer más de medio año después, el 17 de diciembre de ese mismo 1953 en Leningrado, bajo la dirección de Mravinsky.
Es conveniente tener en cuenta todas estas circunstancias cuando ponemos sobre la mesa versiones como la que nos ocupa, pues a Sanderling, como al citado Mravinsky, Rostropovich, Kondrashin, Rohzdestvensky y tantos otros intérpretes que convivieron con el régimen, les era muy difícil separar el flanco histórico de estas obras de la música misma, y en las interpretaciones que nos han llegado de todos ellos se pueden advertir todas estas circunstancias, que nos hacen entender que en ellas hay mucho más que música. La versión que nos ocupa data de 1973, es decir, unos años antes de la grabación oficial de Sanderling ya al frente de su Orquesta Sinfónica de Berlín. No obstante, el criterio y los resultados finales no se diferencian mucho entre sí, quizás la segunda versión, al ser en estudio parezca más acabada y paladeada en determinados momentos. En ambos casos nos encontramos ante versiones de referencia que pueden ser situadas junto a las de otros, pues la obra ha sido especialmente bien tratada por los equipos de grabación, y de ella encontramos un buen puñado de grandes versiones; desde las marcadas por su carácter político-histórico, como las de los directores citados anteriormente, hasta las más volcadas hacia su aspecto puramente musical, como las de Karajan, Haitink o Previn, hasta las más modernas como las de Andris Nelsons, quien propone nuevas vías de acercamiento a la obra. Incluso aquellas que se encuentran entre una opción y otra, como las de Jansons o Rattle. En fin, como decimos, hay mucho entre lo que elegir; vale la pena detenerse a contrastar entre todo ello. Si, una vez hechas las oportunas comparaciones, volvemos sobre Sanderling, reforzará más, aún si cabe, nuestra primera impresión acerca de su forma de transmitir la música de Shostakovich.
Al lado de esto, Islamey es una pura anécdota que cobra interés por Kondrashin y por el inusual arreglo de Casella empleado.
Rafael-Juan Poveda Jabonero