Symphonieorchester der Bayerischen Rundfunks / Mariss Jansons.
BR Klassik 900185 (CD)
JANSONS Y SU LEGADO
BR Klassik vuelve a ofrecer un registro magistral de otra Sinfonía emblemática de Dmitri Shostakovich por Mariss Jansons: la Décima. Siguiendo la tónica mostrada en la Sinfonía n. 7 “Leningrado” (que la precede en el catálogo), el recientemente fallecido maestro letón profundiza en las capas más íntimas y reflexivas de esta música, acentuando lo lírico y dramático sin perder un ápice de energía en los movimientos y clímax que la requieren. Jansons huye de los efectismos vacuos para sumergirse en las profundidades ignotas de una de las obras más introspectivas del compositor ruso.
Su visión queda clara desde el Moderato, poblado de múltiples ambientes sonoros e impresiones, reflejando la verdadera voz interior de Shostakovich. Las cuerdas se despliegan, desde el comienzo, en una oleada continua de profundo dramatismo; los fagotes y el contrafagot son absolutamente sombríos; las trompas resultan densas y envolventes. El Allegro (retrato sonoro de Stalin) es la parte más brutal e incisiva de la sinfonía. Se expande de forma implacable en ritmos acres y obsesivos, remarcados por una sección de cuerda con total presión de arco, cuyos golpes sobre el diapasón se perciben con plena nitidez en la grabación. Las maderas son eyectadas vertiginosamente y la percusión, perfectamente balanceada, apuntala en todo momento el frenético impulso rítmico, verdadero alarde virtuosístico de la formación alemana. La sensación es de contundencia y control, nunca tergiversada por el tentador paroxismo al que puede inducir este alusivo movimiento.
Jansons retiene la energía anterior con una interpretación contrastante, fluida y muy articulada del Allegretto-Largo, donde las siglas DSCH, traducidas a notas, se convierten en el motivo simbólico y motriz. Destacan los solistas de flauta y clarinete, así como la sección de cuerda (imprescindible en el fraseo elegíaco), el violín solista al final del movimiento y, sobre todo, las trompas en las llamadas en grupo o solista, totalmente expresivas y precisas en emisión.
La Sinfonía culmina brillantemente con el Andante-Allegro, que retoma y combina motivos temáticos de los anteriores movimientos. La atmósfera de indeterminado presentimiento de su inicio es intensificada por el diálogo de la flauta, oboe y fagot sobre la densa capa de las cuerdas. Su tono ingrávido y lóbrego es disuelto por la irrupción del Allegro, donde la orquesta muestra todas sus virtudes en empaste, precisión, expresión y calidad sonora, siempre en plena connivencia con su director. El origen letón del maestro es determinante para dar un especial color eslavo a los motivos de la obra. Su cierre, pese a la aparente vitalidad, es más bien una conclusión transitoria cargada de atrición.
Mariss Jansons enriquece, con este registro, su legado como uno de los mejores intérpretes de Shostakovich.
Juan Manuel Ruiz