Quatuor Danel.
Accentus Music ACC80585 (6 CD)
LA MIRADA EXACTA A SHOSTAKOVICH
En las últimas décadas del siglo XX, se acostumbró a dividir la discografía de Shostakovich, de manera grosera, en lo que se podrían llamar dos corrientes principales: la rusa y la occidental. En el reino camerístico que nos ocupa, la línea matrioska vendría ejemplificada, como conspicuos ejemplos, por los Cuartetos Beethoven, Shostakovich o Borodin. Según el cliché más extendido (que tiene mucho de cierto, pero con infinitos matices), los conjuntos mencionados poseen una carga histórica y un idiomatismo del que carecen los occidentales, a priori más asépticos y objetivos, desprovistos de olor a vodka, y en los que no aparecería ese otro Shostakovich, el que se lee entre líneas, el que refleja la verdad del alma petersburguesa. A Haitink y Fitzwilliam, ambos en Decca, los posicionaron en las trincheras occidentales (para lo sinfónico y cuartetístico respectivamente), enfrentados al seco Mravinski, al violentísimo Rozhdestvenski, al supervisado Cuarteto Beethoven o al penumbroso Borodin. El problema de estas divisiones binarias es que no reflejan una realidad más compleja.
El Quatuor Danel, estupendo conjunto franco-belga, ha forjado en buena parte su carácter y seguido una trayectoria muy celebrada alrededor de la oscuridad tanto de la imponente colección de Dmitri Shostakovich (1906-1975) como de la no menos neblinosa integral de Mieczysław Weinberg (1919-1996), autor judeo-polaco al que, en cierta manera, podríamos considerar epígono del compositor de la Sinfonía Babi Yar. El Quatuor Danel no sólo ha difundido en concierto y registrado para CPO todos los cuartetos de Weinberg, sino que además se ha ocupado del estreno de algunos de ellos (Op. 14, Op. 20 y Op. 35). Ya había grabado antes los Cuartetos de Shostakovich, lo que no impide que la recomendación sea total para este nuevo acercamiento con tomas en vivo de la Mendelssohn Hall (Gewandhaus de Leipzig, 2022).
Si el Emerson es arquetipo de la precisión, de esa forma metódica y matemática de acercarse a Shostakovich, cargada de electricidad, de dinámicas extremas y de vértigo, se puede afirmar que estos CD del Quatuor Danel también poseen esa mirada exacta. Y si, en esa balanza ficticia, en el Emerson se echan de menos los pliegues y las cargas de profundidad que se encuentran, por ejemplo, en el Borodin (sobre todo en las últimas entregas del ciclo, auténticas pinturas negras que se alinean con la despedida insondable de Goya), también se puede decir que el Quatuor Danel viaja por ese camino de la expresividad sombría. Tercera opción interpretativa, si se quiere reducir así, parecida en lo sinfónico a la de Vasily Petrenko con la Royal Liverpool Philharmonic (Naxos): té y vodka al mismo tiempo.
El fraseo del Danel rara vez es tan hiriente como el del Emerson. Pero aunque dé la impresión de que los cuatro instrumentistas del Danel no alzan la voz, sí que gritan cuando corresponde. Interpretaciones desérticas pero, aquí viene un oxímoron, también cálidas y suaves, sin llegar a lo edulcorado. Muy recomendable.
Daniel Pérez Navarro