Vicente Cueva, violín.
Non Profit Music NPM1709 (CD)
El dolor de la pérdida
El lenguaje que despliega en Shoah el compositor Jorge Grundman podría calificarse de camaleónico, ya que sabe disfrazar las emociones que atraviesan el violín de Vicente Cueva como una lanza que desgarra un vestido hasta llegar a la piel y producir el dolor. Pero antes, se ha disfrutado con el placer del roce sobre la seda y sobre la piel: para crear dolor a través de la música hay que crear belleza, parece un canon inseparable para el compositor. Shoah, como se ha venido contando en esta revista (entrevista de la portada a Vicente Cueva en el número 912), es una Partita for Solo Violin and Sacred Temple, estrenada el 25 de abril de 2017 en la Sinagoga del Tránsito de Toledo.
Este cuidado Libro-CD, editado con excepcional calidad, nos relata (en inglés, francés y castellano) cada número y la génesis de la Partita, según cuenta el propio Grundman, que ha procurado que Bach estuviese presente durante la escritura de su obra de forma subliminal. Como también ha intentado que la música judía se albergase en su corazón y se mezclase con su forma de escribir música. No se trata, pues, de una suite de danzas. Sino de una suite de recuerdos de hechos infames. “Todo aquello que nosotros no hicimos pero que debería hacernos sentir permanentemente avergonzados”, afirmó el compositor, que compuso Shoah con la intención de emocionar y de recordar al público la Memoria de las Víctimas del Holocausto, con la filosofía de interpretarse siempre en lugares sagrados o señalados. A esta obra le acompaña un texto específico que contiene un relato de lo que se narra musicalmente, junto con los hechos históricos que dan lugar a cada pieza.
Algunos números de Shoah, con la emoción de un violín interpretado magistralmente por Cueva (emplea el portentoso Stradivari Auer de 1691, donado generosamente para este proyecto por los señores Roger y Huguette Dubois), nos relatan los dibujos de los niños en Terezín (Theresienstadt), aquel campo que los nazis diseñaron para engañar al mundo y convertirlo en un “centro cultural”. Es emocionante comprobar cómo discurre la música trazando imágenes para que el oyente intente comprender la masacre, metafóricamente expresada a través de tanta belleza (los temas fugados “judíos” de Babi Yar, la más ambiciosa Getto de Varsovia o la emoción en Terezín a través de los ojos de los niños)
Si en esta grabación el espíritu de Shoah permanece vivo, sin la fugacidad de la interpretación en directo, es de suponer que el intérprete, tras llevar a Shoah en la piel e interpretarla sin interrupción durante varios meses en lugares de excepcional intimidad y recogimiento, habrá creado una versión diferente a la que se escucha en esta excelente grabación. Eso ya es tema para otra crítica, en este caso es la primera Shoah la que nos toca relatar, por la que hemos disfrutado y sufrido ante tanta tristeza que encierra.
Lucas Quirós