Hace escasas semanas que se anunció la concesión del Premio de la Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento, en su categoría musical, a Salvatore Sciarrino (1947). Que mejor forma de celebrarlo que degustando esta portentosa ópera, Luci mie traditrici (1998), que reúne lo mejor de la estética del italiano, en una producción que demuestra como la parquedad de medios no es obstáculo para los máximos logros dramáticos. Sciarrino lleva muchos años destacando, entre las últimas vanguardias europeas, por la creación de una nueva sintaxis musical, donde reúne materiales del pasado (pasa en esta Luci, a partir de chansons del S.XVII) con un sentido del virtuosismo musical que lleva a la mayor parte de los instrumentos (por encima de todos, la voz humana) a su límite físico. Luci mie traditrici es un perfecto ejemplo de este lenguaje y de esta cuasi ensoñación entre pasado y futuro. El sentido de la lírica de Sciarrino es, por momentos, frío e hiriente (un cierto intelectualismo que muchos aproximan a Nono y Boulez). Pero a su vez, su obra es poderosamente poética (y, en Luci, arrebatadoramente trágica), capaz de llegar hasta los más profundos sentimientos de sus personajes. Enhorabuena maestro.