Reunir en una misma grabación dos de los trabajos más complejos y olvidados de la obra schumaniana es todo un reto que el pianista francés Jean-Marc Luisada sortea con excelentes resultados. Técnicamente no son más difíciles que, por ejemplo, el Carnaval, pero las exigencias interpretativas pueden ser superiores que las de este o la Kreisleriana, por precisar una mayor capacidad de capturar la atención en la sucesión de fragmentos de distinto carácter. La Humoreske, la obra más enigmática, en las manos de Luisada adquiere unidad bajo una concepción puramente lírica, donde claridad de las líneas melódicas se presenta como fundamental en su trayecto interpretativo. Todo está controlado bajo un tono suave en los pasajes más contemplativos, como en el hermoso movimiento de apertura o en la lectura del segundo, donde esa voz interna, que no se oye, queda plenamente interiorizada con habilidad poética a la que sirve una articulación nítida y un piano colorido que matiza muy expresivamente.

Igualmente consigue convencer en las Davidsbündlertänze a base de flexibilidad y espontaneidad en un ejercicio de melancolía que atenúa, pero no apaga, los momentos más poderosos en los que exhibe un excelente control musical de la arquitectura. Alejado de los modos de Arrau o Horowitz, pero muy respetuoso con estas atmósferas fantásticas, resulta todo un descubrimiento.

José Luis Arévalo