Andrè Schuen, barítono. Daniel Heide, piano.
Deutsche Grammophon 4861288 (CD)
NOBLEZA Y BELLEZA
Nunca es tarde si la dicha es buena (esta grabación es de 2019), y en este caso, más que buena, es excelente. En la reseña de La bella molinera (publicada en 2021), me preguntaba por la oportunidad de grabar, una vez más, una obra tan representada en la discografía, y les animaba a vencer la pereza, si era el caso (¿!otra Molinera!?) para escuchar una versión excepcional. Confío en que el tiempo transcurrido y las oportunidades de escuchar a Schuen, tanto en recitales de Lied como en ópera durante este tiempo, hayan dispersado cualquier rastro de pereza ante Winterreise, pero, por si acaso: ¡no se lo pierdan! Como todos los clásicos, Winterreise es una obra que se renueva con cada buena interpretación.
Había hablado también en la reseña de los dos ciclos anteriores (Schwanengesang se publicó en 2022) de los enormes recursos del canto de Schuen y de los méritos de Heide al piano, y no hay nada nuevo que añadir. Lo más importante no son las cualidades del dúo, sino que las ponen al servicio de la obra de Schubert. “Evidentemente”, estarán pensando.
Pero no, no es tan evidente. Winterreise está sujeto a muchas interpretaciones, y la primera canción, “Gute Nacht”, que no solo es la más larga sino que hace funciones de prólogo, suele indicarnos cómo abordarán el ciclo cantante y pianista. Desde los primeros versos, Schuen y Heide hablan de lirismo. Las palabras Mädchen (“joven”) y Liebe en la primera estrofa se expresan con ternura, pero también se oye ternura en la segunda estrofa en Gefährte (“compañera”), referida a la propia sombra del caminante, su única compañera en el viaje que empieza. La explosión de rabia de la tercera estrofa es prácticamente inevitable, pero se aprecia algo que no es tan habitual: nobleza. No importa cuán triste, angustiado o desesperado esté el caminante de Schuen; lo afronta siempre con una nobleza que hace especialmente doloroso nuestro acompañamiento (porque los oyentes siempre acompañamos a esa figura que recorre el invierno). En los recitales, antes de un Winterreise, se suele oír en los corrillos de aficionados la frase “Hemos venido a sufrir” y, al acabar, si es el caso, nos congratulamos por haber sufrido. Escuchando este disco, acompañando a este caminante más bien introspectivo, se sufre, pero a la vez se disfruta de la paz que transmite tanta belleza. ¿Contradictorio? Es posible.
¿Algunos ejemplos? La evolución de “Erstarrung” desde la incredulidad ante la nieve virgen hasta el acento más triste al final, pasando por la desesperación, mientras las turbulencias del piano nos arrastran. O el sueño bellísimo de “Frühlingstraum” y el despertar tan amargo. O, yendo hacia el final, la soledad y el agotamiento que transmite “Der Wegweiser”, oportunamente reforzado por el piano. Y la penúltima etapa, “Die Nebensonnen”, literalmente estremecedora, antes de enfrentarnos a la incógnita de “Der Leiermann”.
Ahora que ya tenemos a nuestra disposición los tres grandes ciclos de Schubert interpretados por Andrè Schuen y Daniel Heide, invito a los lectores a escucharlos de nuevo. No me gusta demasiado empezar una afirmación diciendo “sin duda”, pero lo cierto es que tengo pocas dudas de que esta trilogía schubertiana es una referencia discográfica de los tiempos modernos.
Sílvia Pujalte Piñán