Andrè Schuen, barítono. Daniel Heide, piano.
Deutsche Grammophon 00028948633135 (CD)
MENSAJEROS DE LOS SENTIMIENTOS
Schwanengesang, el tercer gran ciclo de Franz Schubert, se considera a veces inferior a los anteriores, Die schöne Müllerin y Winterreise. Quizá por su falta de unidad poética, porque no fue el propio Schubert quien lo conformó, o por una supuesta falta de calidad (o de modernidad) de los Lieder con poemas de Ludwig Rellstab. Los dos primeros motivos son circunstanciales, el compositor murió antes de poder decidir nada sobre estas canciones; respecto al tercero, permítanme que me limite a alzar una ceja. Pero, de vez en cuando, llegan grabaciones como esta que nos ocupa que deberían borrar cualquier duda: Schwanengesang es una obra sensacional, avalada aquí por una interpretación sensacional.
En la reseña de la grabación del dúo Andrè Schuen-Daniel Heide de La bella molinera les hablaba de la voz bellísima del barítono, de su técnica admirable, de su dicción precisa, de su buen gusto y de su inteligencia. También les hablaba de los recursos de Daniel Heide, de su conocimiento profundo del canto y de la compenetración entre ambos. Todo eso sigue ahí y se materializa, una vez más, en una grabación excelente.
¿Por dónde empezar a llamar su atención? Seguramente, casi por el principio, por la impresionante versión de “Kriegers Ahnung”, con el guerrero y el amante, el miedo y la ternura, con el verso "von Sehnsucht mir so heiss" y su repetición, con el piano premonitorio e inapelable. Esta canción basta para darle cinco estrellas al disco y recomendarlo encarecidamente. También podría hablarles de la tristeza dulce de “Ständchen” o de la tristeza demoledora de “In der Ferne”, en una versión lenta y tensa, llena de matices en la voz y en el piano, otra canción de cinco estrellas.
Eso por lo que respecta a los Lieder con poema de Ludwig Rellstab, porque los Lieder con poema de Heinrich Heine tampoco dan tregua al oyente, empezando por un poderoso “Der Atlas” (impresionante “jetzt bist du elend”, “ahora eres miserable”) y siguiendo por un casi alucinado “Ihr Bild”. Sensacional también “Die Stadt”: las dos primeras estrofas, nocturnas, ensimismadas, en contraste con la última, la salida del sol, casi violenta, si no fuera por ese “verlor” (“perdí”) final. A partir del poema de Heine, Schubert compuso con “Der Doppelgänger” una de sus mejores canciones; sería difícil transmitir el terror con más sobriedad. Schuen y Heide dan una lección de cómo interpretar este Lied, con esa quietud inicial tan amenazadora, la tensión muy trabajada en los matices que se intensifica poco a poco, el final demoledor y el piano que se desvanece y se queda en suspenso.
Como decía al principio, Schwanengesang no tiene unidad poética, pero sí que hay un nexo entre la mayoría de las canciones, el sentimiento de añoranza y de pérdida, más melancólico en las de Rellstab, más crudo en las de Heine. Quizá el resumen del ciclo sea “Die Taubenpost”, un Lied que los musicólogos han separado del ciclo, pero la tradición todavía mantiene en ocasiones, considerado tanto un anticlímax como una válvula de escape. Schuen y Heide han decidido mantenerlo, y en este caso tengo que dar la razón a quienes lo defienden como necesario para relajar la tensión del Lied anterior; puede que sea porque ofrecen una gran versión, que revela esa mezcla de alegría y de tristeza tan característica de Schubert. ¡Por favor, escuchen este Canto del cisne!
Sílvia Pujalte Piñán