Mucho se ha hablado recientemente (casi siempre con muy poco fundamento) del Cuarteto de Tokio, ya que en 2013 lo abandonarán sus dos actuales integrantes japoneses, Kikuei Ikeda y Kazuhide Isomura, este último el único que se ha mantenido en el grupo desde su fundación. Ello ha suscitado un renovado interés por un grupo que, francamente, no necesita de estímulo alguno para que sea seguido como lo que es: uno de los grandes cuartetos de finales del siglo XX y comienzos del XXI. Su último periplo discográfico en Harmonia Mundi, después de recalar en Deutsche Grammophon, Sony, Biddulph o BMG, se caracteriza por una admirable regularidad. Es posible que, con su conformación actual, no hayan superado nunca los logros alcanzados en la etapa en que estuvieron liderados por Peter Oundjian (la época dorada de la agrupación), pero el cuarteto actual tiene también una personalidad muy acusada, nada proclive al desafuero o la intensidad sin medida, sino tendente más bien a la introspección, la serenidad y la extrema pulcritud sonora. Por ello su Quinteto de Schubert suena como la obra no de un hombre desesperado, sino como la despedida de quien se encuentra en paz consigo mismo y con el mundo. No hay aquí atisbos ni del Schubert nihilista ni del Schubert angustiado. Y la realización técnico-musical de este enfoque es irreprochable y rebosa madurez de principio a fin. Un gran disco (con excelentes notas de Misha Donat).

LG