Música clásica desde 1929

Discos recomendados de Ritmo

En esta sección encontrará los 10 discos que la revista RITMO recomienda cada mes, clasificados por meses y por su orden de recomendación del 1 al 10. Se archivan los recomendados desde junio 2011, para ver anteriores ir a "Ritmo Histórico".
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Ritmo Octubre 2019 - Núm. 933

SCHUBERT: Obras para piano.

Sonatas para piano D 157, 279, 459, 537, 557, 566, 568, 575, 625 y 664. Fantasía Wanderer D 760. Elisabeth Leonskaja, piano.
EaSonus 29342 (4 CD)



La crítica

EQUILIBRIO Y HUMANIDAD

Hace unos pocos años Leonskaja nos regaló una de las versiones más esplendidas e imprescindibles de las Sonatas de madurez (EaSonus 29300, ver RITMO de febrero de 2018), trabajo que ahora completa en este álbum con las de juventud, incluyendo las consideradas inacabadas: D 157, D 279 y D 557 (tres movimientos), D 459 (completada con la 459 A), D 566 y D 625. A modo de valor agregado, este conjunto viene con una presentación excepcional, un folleto sustancial de 84 páginas (inglés y alemán) con las correspondientes ilustraciones y textos en los que Miguel Ángel Marín desgrana con amenidad y erudición los rasgos fundamentales de la música del compositor vienés y las dificultades de fijar de manera definitiva un inventario de estas obras, hasta el punto de denominarlo “catalogo imposible”. La perspectiva de las grabaciones es cercana, con correctas decisiones de los ingenieros para obtener un sonido bien equilibrado, de bajos definidos, suficientemente ricos en armónicos y buena captura de los detalles más sutiles.

Si las Sonatas de madurez, con ese modelado final de perfección representativo de lo mejor del arte de Schubert, son pantanos peligrosos capaces de hundir a expertos intérpretes, estas de juventud también navegan por aguas turbulentas con importantes escollos que Leonskaja salva de manera satisfactoria, encontrando un certero equilibrio entre las fuentes clásicas en las que beben y las peculiaridades propias del autor vienés.

La Leonskaja desgarradora que compartía algunos postulados de su mentor (Richter), acercándose más al Viaje de Invierno que a la Viena del Biedermeier, para estas de juventud despliega un sonido de gran densidad pero nunca abrumador, asumiendo que la expresión debe ser marcada con intensidad y que todas las infinitas calidades de pronunciación deben ser cuidadosamente distinguidas para transformarlas en un humano acercamiento capaz dar cuenta de las múltiples e intensas emociones que esta música contiene.

Es suficiente sumergirse en algunos movimientos de la D 459, un Allegro moderato de apertura abordado de manera decidida, donde las líneas melódicas fluyen con gran sentido clásico bajo el criterio de suavizar las tensiones para producir un sonido controlado sin grandes contrastes, pero con algo de color en el desarrollo, el tempo marcado lento en el que el flujo natural del discurso transcurre con una dicción puramente vocal; o en el interesante Allegro patetico, para comprobar diversos criterios interpretativos extrapolables al resto de las Sonatas: el de proporcionar a la música una claridad impecable en todas las voces en una planificación meticulosa alejada de artificiosidad que deja siempre una sensación de espontaneidad en los continuos cambios de modulaciones o de ritmos, un cantábile pleno donde el sentido lírico rebosa calidez, la importancia de que provee a los andantes bellamente esculpidos y una especial sensibilidad a los detalles, destacando el lado más peculiar de Schubert con gran efecto en los cambios dinámicos y rítmicos, haciendo sentir que los diferentes registros del piano son mundos sonoros distintos.

Ilustración de lo dicho encontramos en las incompletas D 157 y 279, con una interpretación en las que prevalece una excelente factura y calidad en la emisión de las notas, conservando un estilo modelado en Haydn, Mozart y un primer Beethoven, de movimientos con gran solidez en los que pasajes de arpegios y escalas ascendentes y descendentes adquieren pleno sentido sin sonar a ejercicios mecánicos, así como una voluntad de modelar con morosidad los andantes, dotándolos de especial intensidad; y en la primera de las Sonatas completada (D 537), de perfecto equilibrio de contrastes entre los movimientos extremos, el tormentoso Allegro inicial y Allegro final de continuas y progresivas respuestas, frente un Allegretto quasi andantino de continuos y sucesivos juegos sutiles que sucesivamente van iluminando u oscureciendo la expresión, mientras que la D 568, al mismo nivel de excelencia mostrado en su grabación de 1994 (Teldec), recibe un tratamiento en el que se mantiene la discreción y elegancia clásica, volcando la expresión en el encantador segundo tema y en la suavidad expositiva del Minueto, pero dejando ver también la otra cara de Schubert cuando extrae todo el contenido vocal del Andante y ofrece un Allegro moderato final acentuando delicadamente las dinámicas con bellos pianísimos.

Un verdadero placer la escucha del disco 4 con una D 625 de luces y sombras de marcados y justos contrastes, destacando el espíritu vienes del Scherzo y la maravillosa ejecución sin excesivos dramatismo de ese Allegro final premonitorio del Presto de la Op. 35 de Chopin; una D 664 que revalida su capacidad narrativa en el mantenimiento de largas líneas melódicas y un final lleno de chispa.

En las manos imaginativas de Leonskaja, la D 760, basada en el Lied “Der Wanderer” D 493 compuesto en 1816, se desarrolla con una tensión permanente de tono desgarrador, compartiendo con Richter la solidez constructiva y la capacidad narrativa llena de dramatismo. La puesta en escena es de una pasión controlada en una concepción sin concesiones al preciosismo sonoro y suficientemente intensa de sincera fogosidad como para alejar las concepciones de un Schubert complaciente. Tratándose de la obra pianística de mayor exigencia técnica de las grabadas en este volumen, Leonskaja saca a relucir todo el armamento que posee en una actuación impresionante (los arpegios finales y las octavas del primer movimiento y último movimiento son asombrosas), en la que imprime un gran impulso a los movimientos rápidos, sin sacrificar los detalles, evitando convertir escalas, grupos de notas y acordes en meras explosiones de sonido o ejercicio de pirotecnia.

De tener la pretensión de divinizar una trilogía de intérpretes schubertianos, dejando libertad para que cada uno según sus preferencias pueda otorgar los puestos de padre e hija/o, el lugar que el dogma cristiano atribuye a la paloma se lo concedería a esta pianista, que con la aportación de su propias ideas, un control magistral del sonido y gran refinamiento en la interpretación, completa una visión convincente y homogénea del corpus sonatístico schubertiano. 

José Luis Arévalo

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