PRÉGARDIEN Y SCHUBERT

Los que hemos tenido la suerte de escuchar a Christoph Prégardien cantando Schubert en sus recitales sabemos que pocos cantantes en la actualidad pueden hacerlo con su refinamiento, su conocimiento profundo y su afinidad con la música. Incluso ahora, a sus 65 años. Si han compartido esa suerte no les extrañará que les recomiende muy especialmente esta caja de tres discos que recoge las grabaciones que hizo el tenor de los tres grandes ciclos de Schubert entre 2007 y 2012, cuando a las cualidades que menciono más arriba se sumaba la madurez de una voz en plena forma.

Las obras se presentan en el orden en que se grabaron, es decir, Die schöne Müllerin, Schwanengesang y Winterreise, y se acompañan de un extenso cuadernillo que incluye los textos de todos los Lieder (sólo en alemán) y remite a la página web del sello discográfico para leer los interesantes textos de introducción a los respectivos discos (en alemán e inglés).

En Die schöne Müllerin, Prégardien está acompañado al piano por Michael Gees. Ambos artistas ofrecen una versión de la obra realmente bella, y lo primero que llama la atención son los ornamentos que añaden a la partitura original. El origen de estos adornos los encontramos en Johann Michael Vogl, cantante profesional amigo del compositor que solía incluirlos en sus interpretaciones conjuntas. La partitura de la obra editada por Diabelli, no mucho después de la muerte de Schubert, contó con el asesoramiento del barítono en la parte vocal, e incluía adornos; el tiempo devolvió a la obra su forma original, la que escuchamos casi siempre, pero, de vez en cuando, los artistas incorporan ornamentos. Si lo hacen con la naturalidad y oportunidad que lo hacen Prégardien y Gees, se integran en el recorrido de la obra con toda naturalidad.

Schwanengesang es un ciclo demasiado corto para un disco, y los intérpretes suelen buscar opciones para acompañarlo. La que eligió Prégardien es especialmente feliz, por sus resultados musicales: añade al inicio un Lied más con poema de Ludwig Rellstab, Herbst, y al final, seis Lieder con poema de Johann Gabriel Seidl que acompañan a Die Taubenpost, que suele vagar como alma en pena por recitales y grabaciones. El efecto es magnífico: el Weltschmerz de Heine, defendido con bravura e inteligencia por una voz que, a priori, no es la más indicada para esas partituras, queda enmarcado por la ligereza (en el mejor sentido de la palabra) con que Prégardien y Andreas Staier al fortepiano afrontan los otros dos grupos.

Finalmente, Winterreise, de nuevo con el piano de Gees. La versión de Prégardien es de las que va calando poco a poco en las sucesivas audiciones, cada vez más profunda, cada vez más triste; sin estridencias, casi con discreción, el caminante pasa por nuestras vidas pero deja su huella. Si una buena interpretación del ciclo deja un poso que podemos describir con una única palabra, en este caso sería tristeza. Gees lleva con su piano el peso de la violencia (porque queramos o no, Winterreise es un ciclo con violencia implícita), la amenaza y la oscuridad, en un adecuado contrapunto a la línea vocal.

Grabaciones de los tres grandes ciclos de Schubert hay muchas y estupendas, pero siempre debería de haber lugar en nuestras estanterías para una grabación estupenda más.

Sílvia Pujalte Piñán