Orquesta Filarmónica de Viena / Christian Thielemann.
CMajor 766908 (DVD)
MÚSICA EN CINEMASCOPE
Extraído de los conciertos por suscripción de 2023, desde el áureo templo de la Musikverein, se edita este magnífico Abonnementkonzert de la dueña y señora absoluta de ese endiosado auditorio que es la Filarmónica de Viena, con el pétreo Christian Thielemann pisando su exclusivo pedestal. El programa no puede ser más atractivo: Noche Transfigurada y Sinfonía Alpina. Fascinantes y eternas piezas, a priori ideales para las dos eficientes maquinarias musicales congregadas.
Si hay una sección de cuerda a la que a uno se le viene rápidamente a la cabeza cuando piensa en la Verklärte Nacht, esa es sin duda la de la estratosférica Wiener. Solo hay que vislumbrar a los ocupantes de los primeros atriles: Tamas Varga liderando los violonchelos, Tobías Lea abanderando las violas y Reiner Honeck como concertino. Solo hay que presenciar el inenarrable diálogo musical que surge entre estos dos últimos intérpretes, para atestiguar que estamos ante la mejor formación orquestal del planeta. La memorable manera de exponer los conflictos y las tensiones armónicas, esa expresividad a flor de piel, la transparencia de las texturas, su corpórea y algodonosa masa sonora, así como la injuriosa redondez nos regalan una versión trágicamente seductora.
Por desgracia, Thielemann vuelve a recaer en su habitual distanciamiento emocional, algo imperdonable, por ejemplo, en el envolvente Adagio, que en ningún momento consigue erizarnos el vello. Pese al énfasis que modula una y otra vez; pese a la intensidad y elevada diatermia que (a ratos) alcanza, globalmente todo resulta algo gélido y con sabor a dejarse olvidados en el despliegue grandes atributos. Esta música pide a gritos un desbordamiento emocional y pasional del que jamás hizo gala el berlinés, más interesado en descifrar el álgebra que plantea la escritura (¡por qué demonios Giulini nunca grabó esta obra!).
La segunda parte del concierto estaba reservada para la colosal Sinfonía Alpina, otra de esas partituras que se amoldan como un guante a la plantilla austríaca. Thielemann ya registró junto a ellos en el Festival de Salzburgo (Opus Arte, 2011) una lectura mucho más fogosa, trepidante y efervescente que la que nos ocupa (con los años, como las fieras, parece haberse amansado). Con una gran economía de gestos y engrasando la partitura de un tenue lubricante bruckneriano, el berlinés, eso sí, nos pinta un homérico fresco lleno de color, fragancias y sentidos, pues no se anda con rodeos y va directo al meollo de la espectacularidad sonora que tan hábilmente despliega Strauss, en lo que sería su canto del cisne a la venerada orquestación romántica post wagneriana (notorio el despliegue de los metales).
Thielemann (el alumno aventajado) se disfraza en muchos momentos de Karajan (el maestro inalcanzable), con ese control absoluto de todo lo que emana, en la eficaz creación de atmósferas con esa riqueza de tonos y contrastes, con la lujuriosa suntuosidad del sonido, en definitiva, con el delirio, el lujo y el deslumbrante virtuosismo orquestal. Y es que, escuchar su Alpina es como sentarse ante una pantalla grande (de las de antes) a ver Lawrence de Arabia o Ben-Hur. Música en cinemascope.
Javier Extremera