Jean Pierre Armengaud, piano.
Naxos 8.573093 (CD)
Armengaud se detiene en Roussel
Gran parte de los melómanos suelen afirmar no cansarse de escuchar música de los compositores que habitualmente frecuentan, ya sea Bach, Mozart o Ligeti, pero en ocasiones resulta necesario romper la rutina y prestar atención a proyectos como el que inicia Naxos para registrar la obra pianística de Albert Roussel (1869-1937), tanto por la calidad la música como por la del intérprete. Oculta tras la calidad de sus contemporáneos Debussy y Ravel, esta música resulta original y para su grabación se ha optado por no establecer una continuidad cronológica, apareciendo contrastadamente obras correspondientes a diferentes periodos creativos del compositor, que hacen muy ameno el acercamiento a un mundo pianístico bastante desconocido.
La Sonatina Op. 16, escrita en 1912, parece la obra más interesante, en la que en dos movimientos sintetiza los cuatros habituales de la sonata tradicional. Presenta una escritura densa, con cuatro y cinco voces en ocasiones, con una arquitectura compleja en la que aparentemente parece primar lo vertical sobre lo horizontal, pero que canta continuamente con un discurso difícil de mantener, de constantes cambios en la línea de acompañamiento y de sonoridad muy personal, y en ella Armengaud atiende con fineza los cambios de tempi, muy frecuentes a lo largo de su desarrollo, observa con precisión los ritmos irregulares y hace una lectura equilibrada atenta a los diferentes matices alcanzando una conclusión perfecta.
Le Marchand de sable qui passe musique, compuesta en 1908 y grabada por primera vez en este disco en su transcripción para piano, se conforma por cuatro movimientos (Prélude, Scène 2, Interlude et scène y Scène finale), procedentes de una música incidental originalmente escrita para flauta, clarinete, trompa, arpa y cuarteto de cuerdas, lo que permite al intérprete destacar la parte melódicas de las piezas intermedias y jugar con excelente gusto con los colores instrumentales para acercar su interpretación a la estética impresionista.
De 1933 datan las Trois Pièces Op. 49, que evolucionan desde un neoclasicismo incisivo, un tempo di vals que Armengaud aborda con fluidez y una pieza final con ritmos y armonías de jazz destacadas sutilmente por el interprete. La lectura del Preludio y fuga en fa menor y del Canon perpétuel, ambas seguramente productos del interés del autor por el contrapunto estudiado en la Schola Cantorum, son resueltas con la austeridad sonora y limpieza, que corresponden a un ejercicio escolástico, mientras que L'Accueil des musas, contribución de Roussel a la Tombeau de Debussy, muestran el acercamiento más actual a la música. Por último, Doute resulta una obra producto de los sentimientos acumulados durante la IGM recibiendo una lectura intensamente oscura y tensa, que contrasta con la alegría y frescura con la que se aborda la transcripción de la pieza Segovia, de la que es dedicatario el guitarrista jiennense. Jean-Pierre Armengaud tiene en su haber grabaciones integrales de varios músicos franceses (Debussy, Satie o Poulenc) y este amplio conocimiento de la música francesa, así como su rigor interpretativo, justifican la alta recomendabilidad de esta grabación.
José Luis Arévalo