Ese implacable retratista de la condición humana que es Tcherniakov, se ha convertido en angular pregonero del teatro musical de Rimsky-Korsakov. Tras las antológicas La leyenda de la ciudad invisible de Kitezh, La novia del zar y Sadko, rescatamos con subtítulos patrios (Bastille, 2013) una ópera extraordinaria e injustamente olvidada como es La doncella de nieve, bellísima en lo vocal, apabullante en el despliegue orquestal y admirable en su escritura coral. Un fresco luminoso y panteísta, apología del leitmotiv, para una hermosísima fábula repleta de folclore y amor por la naturaleza.

Con una propuesta escénica que recuerda a la terrorífica Midsommar, otra secta adoradora del medio ambiente y el folclore, le sirve al moscovita para desplegar de nuevo sus recurrentes temas: el hermetismo de la sociedad, los infiernos existenciales, la lucha de clases, la decadencia burguesa o los conflictos sexuales no resueltos. Pero todo ese atroz realismo expuesto sin renunciar a una sugerente belleza plástica.

Garifullina está soberbia con su colorida voz dando vida a esta doncella helada por fuera, pero que abrasa en su interior. Gran acierto el sustituir el personaje de Lel (originalmente escrito para contralto), objeto de deseo de esta especie de Frozen rusa, por el contratenor Yuriy Mynenko. Espectacular la participación de Elena Manistina dando vida a mamá primavera. A descubrir.

Javier Extremera