A. Schmidt, W. Pell, W. Dooley. Coro y Orquesta de la Deutsche Oper / Christof Prick.
Arthaus, 101667 (DVD)
LA VIGENCIA DE LA TRAGEDIA GRIEGA
“¡Edipo, asesino de su padre, Edipo, esposo de su madre, Edipo, solucionador del enigma de la Esfinge! ¿Qué nos dice la misteriosa trinidad de estos actos fatales?: el mismo que soluciona el enigma de la naturaleza (de aquella Esfinge biforme) tiene que transgredir también, como asesino de su padre y esposo de su madre, los órdenes más sagrados de la naturaleza.” La aproximación que Nietzsche realizara a la figura de Edipo resultó esencial para Wolfgang Rihm. El compositor, entonces de 35 años, combinó en el libreto el texto original de Sófocles, en la traducción de Hölderlin, con fragmentos del dramaturgo Heiner Müller y del propio Nietzsche. Estos dos últimos funcionan a modo de comentarios que añaden, respectivamente, una óptica “distanciadora” (a la manera brechtiana) y una suerte de inmersión subjetiva en la mente del protagonista. La diversidad de niveles textuales sirve asimismo para despertar distintos tratamientos vocales: el canto propiamente dicho, un sprechgesang que entronca con el legado de Schoenberg y un recitado amplificado que resuena, a modo de diálogo interior, con personajes silenciosos en el escenario. La juventud de Rihm no suponía ni mucho menos inexperiencia en el ámbito escénico. Ya se había enfrentado a textos de Büchner (en la extraordinaria ópera de cámara Jakob Lenz), de Müller (Die Hamletmaschine, donde ensayaba la escisión de personajes y voces) y de Artaud (con el paroxismo sonoro de su poema danzado Tutuguri), por lo que Oedipus es, en cierta medida, una obra donde Rihm compendia procedimientos explorados previamente.
La presente edición viene a ocupar un importante vacío en la, por otra parte, amplia discografía de uno de los creadores más feraces de las últimas décadas, al ser la primera en formato audiovisual dedicada a una producción operística. Registrada en su estreno en 1987, contó con aliados ideales. Un reparto irreprochable y, ante todo, la dirección escénica de Götz Friedrich, quien como director de la Deutsche Oper fue asimismo el artífice del proyecto. A pesar de los más de 25 años transcurridos, su propuesta no ha envejecido. Al contrario, resulta difícil pensar en un escenario más adecuado a las abrasivas sonoridades de la orquesta, sólo viento y percusión, a las múltiples funciones del coro, a la recuperación de un pathos que Rihm conduce hasta los límites de la violencia y que abarca desde lo grotesco (Creonte) al lirismo casi schubertiano (monólogos de Edipo y Yocasta). Así, la austeridad material de la escenografía, el devenir histórico que activan los figurines y la gestualidad expresionista de los personajes no hacen sino potenciar la angustia que, tan exacta como inclemente, domina al espectador de esta ópera magnífica.
D.C.S.