Frente a la ya frecuente grabación de obras maestras del músico leridano motivadas en los dos últimos años por efemérides relativas a su vida, el pianista Emilio Gonzalez Sanz ha preferido introducirnos con este disco en una parcela de su obra pianística bastante desconocida y accesible solo en las escasas integrales grabadas hasta el día de hoy (Martin Jones/Nimbus, Douglas Riva/Naxos y Thomas Rajna/Brilliant). Son piezas de contenido pedagógico en las que se pretenden plantear pequeñas dificultades técnicas, que se estructuran en pequeñas miniaturas pero que, al contrario de los estudios rutinarios, alejadas de la retórica virtuosística, van encaminadas más a la formación de la expresión y la sonoridad, emparentándose con las que nos legaron Schumann, Grieg o Chopin.

Obras deliciosas de escuchar en las que el pianista acierta plenamente otorgándoles un tratamiento propio de la música del salón familiar, mirando preferentemente a su carácter íntimo y poético con un fraseo sensible y elegante, calidad de sonido y un aire de cercana y aparente sencillez, bastando citar como ejemplos la sentida Dedicatoria, la susurrante Pastoral de los Estudios expresivos o la distinción con que se ejecuta el Vals lento de los Bocetos. El efecto es como el de la magdalena de Proust: una compleja variedad de sentimientos, recuerdos y situaciones. 

José Luis Arévalo