Grabación (de altísima calidad audiovisual) del pasado Festival de Lucerna (agosto de 2018). Un Festival que parece resultar balsámico para muchos directores, en especial para los italianos. Ocurrió con los últimos años de vida de Claudio Abbado y da la sensación que ocurre con Riccardo Chailly, tras abandonar la Gewandhaus y aterrizar en La Scala milanesa. Ha desaparecido la inexplicable tensión de los últimos años en Leipzig y, este “nuevo” Chailly, despliega una dirección que nos recuerda a la de sus años de juventud. Un prodigio de técnica y pasión, que dio lo mejor de su batuta en los años transcurridos en Berlín y Ámsterdam. Y, además, Ravel es un autor perfecto para este proceso (probablemente inintencionado) de vuelta al pasado. 

Un Ravel apabullante, pero sin intención alguna de innovar ni de encontrar algo en su pentagrama que ningún otro director había sido capaz de hallar previamente. Soberbias lecturas, acompañadas por el prodigio sonoro de la orquesta del Festival (que tocó el cielo en los tiempos de Abbado y que parece seguir allí…). Todas las versiones nos dejan sin habla, pero quizás La Valse por encima del resto del programa. Más que recomendable.

Juan Berberana