Tras la tibia y malograda intentona, durante el año nuevo vienés, por ampliar con eficiencia sobre su currículum el celebérrimo apellido, Thielemann regresa a ese otro Strauss con el que sí mantiene un elevado idilio sonoro. Registros en vivo (2014) en el santuario straussiano de la Semperoper (algunos del concierto por su 150 cumpleaños), que mezclan en el mismo vaso al Strauss juvenil y primaveral, con el más otoñal de su crepúsculo. Afortunadamente, se incluyen piezas no frecuentadas por el disco, como la mendelsohniana Serenata para instrumentos de viento, primera obra del muniqués estrenada por la legendaria orquesta en 1882, la elegante y gozosa simplicidad de la Sonatina n. 1, atiborrada de inconfundibles motivos de su progenitor (deliciosa Romanze) o el schumanniano Primer Concierto para trompa (en versión nada camerística), compuesto a los 19 años para su padre, con la cálida y natural emisión del primer trompa de la formación y que sorprendentemente se incluye en un único compacto de apenas cuarto de hora (¡mucha tela para los tiempos que corren!).

Aunque el plato fuerte es una lectura rotunda, flemática, viril, corpórea, sombría y desasosegante de la indescifrable Metamorfosis, de esas de pisar descalzo vivos rescoldos. Una desgarradora bajada a los infiernos de la condición humana de marcado aliento bruckneriano.

Javier Extremera