Cuando Pappano decidió llevar al estudio de grabación esta Turandot en 2022, era su “primera incursión” en la que es la ópera que más director musical necesita de las de Puccini, por su avanzada escritura sinfónica y simbología orquestal. Y lo ha hecho grabando por vez primera la obra con la totalidad de las escenas escritas por Alfano, precisamente la parte en la que Turandot se “desinfla”, al menos comparado con todo el torrente emocional que Puccini había dejado completamente acabado. Y vuelve a ser Pappano el principal puntal de una versión a medio camino entre la modernidad de la partitura (“Perche tarda la luna?” o “Gravi, enormi ed imponenti”), la extrema delicadeza de sus espacios “nocturnos” o la fiereza de las escenas entre Calaf y Turandot. Estos dos son dos súper estrellas, Jonas Kaufmann y Sondra Radvanovsky, que unidos a Ermonela Jaho, firman un trío difícilmente mejorable. El tenor se muestra con su acostumbrada virilidad y un heroísmo que conviene al desafiante e ignorante príncipe, otro que no conoce el miedo (ha perdido el intenso volumen de sus primeros años). Sondra pertenece a la raza de grandes sopranos en este rol, se muestra autoritaria y dulce, en una mezcla de amor-odio perfectamente dibujada en su canto, mientras que la Liù de Jaho es creíble desde la primera nota, sin sensiblería alguna. Una Turandot de hoy que se escucha con placer y gozo, en edición de lujo con el dragón de Bulgari dentro del ojo de la princesa, en fantástica metáfora.

Gonzalo Pérez Chamorro