Hace ya tiempo que Martha Argerich gusta de no aparecer en solitario en sus veladas musicales. Una mirada atenta a su rostro y actitud en la fotografía que sirve como portada de este disco quizás nos explique por qué. Ya cuando empezábamos a apreciar sus primeros pasos como pianista no podíamos pasar por alto su extraordinario poder para transmitir la esencia humana de la música en sus interpretaciones. Desde su dura etapa de madurez hasta hoy, parece querer comunicarnos con insistencia la necesidad vital del contacto humano en el desarrollo del fenómeno musical. Es irrelevante el lugar donde actúe o el repertorio de que se trate, su mensaje es claro en cada momento.

En esta ocasión el programa está íntegramente dedicado a Prokofiev. Su acompañante, Sergei Babayan, es también quien ha llevado a cabo las transcripciones para dos pianos de las obras que en él se incluyen. No es la primera vez que se sumergen en unos pentagramas que frecuentan juntos desde hace ya algún tiempo, y la complicidad entre ambos se percibe en la escucha. La música es difícil y su transcripción complicada, lo podemos apreciar en la adaptación a las necesidades del concierto; da lo mismo, todo lo que toca la argentina en sus últimos años lo convierte en un acto de amor por la música y la humanidad.

Rafael-Juan Poveda Jabonero