Philharmonia Orchestra / Mark Stephenson.
Arthaus, 102200 (DVD)
IMAGINACIÓN
La revolución digital ha afectado tanto al cine que algunos planos ya no sabemos si se deben al profundo estudio de fotografía previo, realizado antes de la filmación, o a las habilidades técnicas de los programadores y sus programas en el estudio digital llevado a cabo con ordenadores de última generación (en una película reciente, con contenido histórico, las vistas aéreas de la hermosa ciudad en cuestión estaban realizadas completamente por ordenador). Uno de los sectores cinematográficos más afectados ha sido el de la industria de animación, que ha desarrollado un avance enorme con estas tecnologías (Pixar o Disney, por ejemplo), realizando películas completamente digitales, basadas en previos esbozos de dibujos que no llegaron a tomar vida en el papel.
El contar con la tecnología digital no consiste en asumir todas sus consecuencias y desdeñar los antiguos procedimientos del cine de animación, que era un proceso minucioso en cada toma y en cada movimiento. El ejemplo perfecto de la fusión de ambas es este Pedro y el lobo de la directora de animación Suzie Templeton, por la que ganó un Oscar de la Academia en 2008 como “Mejor Cortometraje Animado”. La realizadora británica, junto a Marek Skrobecki, entre muchos otros, diseñan una bellísima puesta en escena de sus marionetas, elaboradas con el mismo mimo de la porcelana china, a las que, ahora sí, y gracias a la tecnología digital, perfilan y corrigen para mejorar escenas y resaltar detalles. Dicho de algún modo, las imágenes cobran sentido gracias a la limpieza digital. Es una perfecta simbiosis entre el lápiz y el “ratón”.
Una Rusia actual
Ambientado en la Rusia moderna, en la que se conjugan las viejas tradiciones con el progreso, el ambiente es un tanto lóbrego y atemorizante. Pedro es un tímido chico, inteligente, que vive aislado en una granja junto a su abuelo, que lo protege de la amenaza exterior. El abuelo guarda a buen recaudo las llaves para salir de la granja, que tiene justo al lado un lago congelado donde poder patinar, pero que Pedro, aún, no ha podido pisar, protegido de los “peligros” exteriores. Junto a Pedro está la figura enternecedora del pato, del mismo modo que junto al abuelo lo está la del gato, que persigue al pato para llevárselo a la panza si se despista. El aliado de Pedro y el pato es un simpático cuervo desplumado al que volar se le antoja como una misión imposible, hasta que un globo, conseguido por Pedro en su visita al pueblo para realizar las compras diarias, le permite alzar el vuelo y conseguir salir de la granja hacia el lago helado. Una vez ahí, aparece en acción el lobo, que amenaza con devorar al pájaro y a todo bicho viviente si este se deja ver. Tanto Pedro como el pato van en su ayuda, complicando la situación, ya que el pato acaba, como se sabe en el original, en el insaciable estómago del lobo.
Hasta aquí, todo es bien conocido, pero desde aquí, Templeton evita seguir el rumbo inicial y desemboca en sorprendentes giros en la historia, que desde luego no voy a ser yo quien lo desvele (existe otro filme de animación, más clásico, de Walt Disney, que produjo una versión animada de esta obra en 1946, con Sterling Holloway como narrador). Toda la fábula, en contra de la versión ideada por Prokofiev, evita al narrador, sin imágenes, que actúan como tal, y añade evidentemente la música como complemento perfecto a las imágenes. De este modo, acostumbrados a escuchar las versiones puramente instrumentales con narrador, el oyente creaba sus imágenes, mientras en este caso, crea la narración.
La lectura de la versión musical de Mark Stephenson al frente de la Philharmonia Orchestra se debe a la aventura visual de Templeton, ya que hay una gran consonancia entre lo que se ve y se escucha. No estamos ante una deslumbrante interpretación, de esas que el oyente recuerde por su poderío instrumental (Bernstein con él mismo como narrador, Maazel con Juan Pulido, Dorati con Sean Connery, Claudio Abbado con Sting y con Roberto Benigni en la versión en DVD o la interesantísima de Barenboim con Jacqueline du Pré como narradora), pero es una interpretación musical que sirve a la perfección a las maravillosas imágenes con las que se funde.
Imaginación por partida doble. Por un lado, el del mismo filme, que propone una aventura visual novedosa, en un nuevo marco y, por otro, la del espectador, que se enfrenta a un nuevo concepto de la historia y que, sin narrador, imagina la historia según avanza y obtiene sus propias conclusiones. Está claro, no es solo para niños este Pedro, es también para el lobo.
Gonzalo Pérez Chamorro