PARÍS COMO CONEXIÓN

Después de asumir los retos monográficos dedicados a Nebra, Mompou, Falla, Schubert y Beethoven, no faltarán voces que consideren este disco el lanzamiento más comercial de los realizados por el pianista onubense. Es una sugestiva invitación a sumergirnos en el mundo de dos compositores que coincidieron en el espacio parisino donde el genio romántico de uno se precipitó y el otro creó su especial mundo sonoro. Como no se trata del disco al uso de mera recopilación de piezas, quizá sea recomendable iniciarse con la breve presentación que contiene el DVD de dudosa estética, donde el autor de las excelentes notas al programa (Yvan Nommick) y el intérprete nos dejan sus apreciaciones personales sobre la conexión de algunas obras.

La alternancia de los dos compositores, sin que ningún momento Chopin suene a Debussy ni viceversa, se hace de manera paulatina, partiendo de la sencilla línea melódica y armónica de la Berceuse, moduladas ambas de manera mágica por las manos de Perianes con su especial sentido del color, y un Clair de Lune de calidad equiparable a versiones que consideramos como referencia. En los Estudios Op. 25/1 de Chopin y n. 11 de Debussy, unidos con motivo del movimiento circular de los brazos que exige la ejecución de los arpegios, no existe pretensión de transitar por lo espectacular, sino que sabiamente para Chopin establece los planos sonoros y entona la melodía con precisión artesanal, creando un murmullo que origina la bella tensión armónica, mientras que para Debussy las delicadas figuraciones se desarrollan con gran encanto y bella sonoridad.

La introducción y exposición del  primer tema de la Balada Op. 52, emparejada con una espléndida lectura del Preludio que da título al disco, Les sons et les parfums tournent dans l’air du soir, parece presagiar una deliberada opción de limitar las dinámicas a imitación de lo que se considera la forma de tocar de Chopin con sacrificio del volumen en favor de la expresión y color, pero se trata una versión absolutamente convincente, aunque más intimista de lo que estamos acostumbrados a escuchar, alcanzando pausadamente momentos de gran lirismo y otros de gran agitación con respeto escrupuloso de matices y exhibición de una desbordante pasión de imponentes, precisos y bellos forti. Los Valses son maravillosamente conformados de manera introspectiva, con gran sentido del rubato, casi susurrado el de Chopin y nostálgico e inquietante el de Debussy, recibiendo los Preludios de este último un tratamiento equilibrado. Para el final se reserva una Barcarolle calibrada expresivamente hasta el mínimo detalle, de manera que lo melódico y armónico fluyen en perfecta conjunción, y una brillante L’Isle joyeuse. En definitiva, interesante acercamiento de dos compositores llevado a cabo con perfección técnica y sonora, fraseo natural y una extraordinaria sensibilidad expresiva.

José Luis Arévalo