Julia Lezhneva, Philippe Jaroussky. Coro de la Radio Suiza. I Barocchisti / Diego Fasolis.
Erato, 31914727 (CD)
Contristatam et dolentem
Supongo que es lógico y justo que el Stabat Mater de Pergolesi se haya convertido en una de las obras más grabadas del repertorio barroco. Es bonito, es directo, es popular y es, sobre todo, barato de producir. Una pareja de violines, una viola, un cello, un contrabajo, el bajo continuo que se considere (con un órgano ya es suficiente) y ya tienes lista la orquesta para acompañar a los tan sólo dos solistas que precisa la partitura. Esto así, los amantes de los instrumentos originales tienen hoy para elegir fácilmente decenas de versiones, muchas de ellas con los contratenores o las altos y sopranos de moda en cada momento (Kirkby, Bonney, Scholl, Bowman, Chance, Daniels, Mingardo, Lesne, Gens, Mena, Rial, Tubb, Invernizzi, Prina...). Era cuestión de tiempo que Jaroussky, ahora en la cima de su carrera, lo grabara. Si a ello sumamos el fulgurante y rápido ascenso de la joven soprano rusa Julia Lezhneva, que con tan solo veinticuatro años está deslumbrando a todos por su asombrosa limpieza y agilidad vocal, pues ya tenemos la parejita. Faltaría el director y, como es lógico, Erato, en este resurgir de sus cenizas, ha apostado por una de las figuras más regulares y consolidadas del panorama actual: Diego Fasolis.
La combinación, a priori, no puede resultar más atrayente. En realidad, Fasolis ya llevó esta partitura al disco, aunque no exactamente la original de Pergolesi, si no la transformación que de la misma hizo nada menos que Bach para convertirlo en su Salmo 51, el BWV 1083 (sello Arts).
El planteamiento de base de esta nueva e interesante versión se nos muestra desde el primer compás. Se trata de una lectura ausente de todo artificio superficial, de cualquier atisbo de frivolidad vocal. Coherentemente con las características tímbricas de las voces, Fasolis apuesta por un dibujo excepcionalmente limpio de vibrato y apasionamientos excesivos. Con ello no quiero decir que se trate de una interpretación insípida. Nada de eso. El marco instrumental y las cuidadas ideas sobre fraseo y articulación hacen de esta versión una experiencia placentera y, al tiempo, intensa de este clásico de la música sacra.
El oyente percibirá, por ejemplo, en el modo de atacar el bajo caminante del primer numero, compuesto en fa menor (cuatro bemoles) para garantizar que la cuerda pueda usar pocas cuerdas al aire y la sonoridad sea sombría; cómo Fasolis elabora un sutil stacatto, casi susurrante, que prepara la entrada de las voces, fundiéndose con los propios violines.
El disco se completa con dos obras más del compositor italiano: Confitebor tibi Domine y Laudate pueri, que sirven para confirmar todo lo anteriormente dicho en lo referente a la calidad interpretativa.
Raúl Mallavibarrena