Además de encapsular diversas etapas estéticas contrastadas, la música para diversas agrupaciones de cuerda del polaco Krzysztof Penderecki (1933-2020), define un completo catálogo de posibilidades técnicas y expresivas que muestran la versatilidad interpretativa que estas obras requieren. Así, bajo un estilo que engloba la especulación sonora de las técnicas ampliadas y el rigor del Primer Cuarteto de cuerda de 1960 al más intuitivo, tímbricamente más rico y ligetiano, Segundo de 1968, la interpretación muta del sonorismo juvenil a un registro más expresivo en Der unterbrochene Gedanke de 1988.

Coetáneos de la Sinfonía n. 3, el oscuro Trío para cuerda de 1990 y el schubertiano Cuarteto con clarinete de 1993 trufan su discurso de las obsesivas células rítmicas de la escritura del compositor por entonces. En 2008 verá la luz el Cuarteto n. 3, quizás la obra de mayor acabado formal de su nueva etapa neorromántica y, en 2016, el extraño Cuarteto n. 4 que, con sensación de inacabado, emplea material folklórico. Con la competencia del Cuarteto LaSalle en DG y el Cuarteto de Silesia en Wergo para los primeros Cuartetos y, hoy en día, las estilosas relecturas de esta formación en Chandos con este mismo programa junto con las más abigarradas y parciales versiones del Cuarteto Tippett en Naxos, este nuevo y superior registro del Cuarteto Meccore en Capriccio resulta de una transparente y efectiva convicción que se postula como referencia ineludible para adentrarse en este repertorio.

Justino Losada