No toda la música polaca del siglo XIX siguió la vía nacionalista de Moniuszko. No lo hicieron al menos Zygmunt Noskowski (1846-1909) y Wladyslaw Zelenski (1837-1921), que prefirieron cultivar una música de carácter internacional, directamente entroncada con el romanticismo germánico que entonces marcaba la pauta en los ámbitos sinfónico y camerístico. Así, la Sonata para violín y piano en la menor (1875) del primero, presenta una profunda deuda con la “Kreutzer” de Beethoven, tanto en dimensiones como en la presencia de un movimiento central construido a partir de variaciones sobre un tema dado. El otro referente es Brahms, cuya influencia se percibe sobre todo en el Prestissimo final, todo él atravesado por el ritmo de la tarantela.

La Sonata para violín y piano en fa mayor Op. 30 (1879) de Zelenski sigue esos mismos moldes románticos, con un Allegretto central que funciona como encantador intermezzo entre dos movimientos de tono más dramático y contrastado. En ninguno de los casos, por tanto, se trata de una música que destaque por su originalidad, pero es que tampoco es eso lo que pretende. La intención de ambos compositores es la de, a partir de una forma consagrada por la tradición, crear una música que fluya con calor, que transmita sentimientos y pasiones, a la vez que permite el lucimiento técnico de los intérpretes. Todo eso lo consiguen plenamente, y todo eso también es lo que ofrecen las entregadas y más que satisfactorias versiones de Kayaleh y Blaha.

Juan Carlos Moreno