Desde que en 1868 Japón acabara con años de feudalismo, el país se ha convertido en una esponja permeable a influencias y manifestaciones artísticas, entre las que se encuentra la guitarra clásica. Su gusto por el instrumento ha desarrollado una prestigiosa escuela de músicos que se extiende imparable por todo el globo terráqueo. Cuando en 1929 Segovia aterrizó en el país nipón, ya estaban allí Okawara, Takei y Oguri; la fama de uno y la pasión de los otros devino en un fabuloso caldo de cultivo para las generaciones posteriores. Tras la Segunda Guerra Mundial varios guitarristas salieron para estudiar en Europa y EE.UU, entre ellos Sin-ichi Fukuda. Alumno de Alberto Ponce y de Oscar Ghiglia, su reputación como intérprete creció gracias a numerosos premios y su fama como profesor le llevó a ser invitado por el Conservatorio de Shanghai, entre otros. En este segundo volumen vuelve a ponerse de manifiesto el aprecio por la guitarra, con una curiosa selección de obras en las que el folklore del país oriental se mezcla con las armonías y ritmos occidentales. El buen gusto de Fukuda se evidencia en esta música colorista y expresiva, donde destacan la adaptación de Takemitsu de una canción de Akira Nakada o las Canciones folclóricas japonesas de Hosokawa.