Es probable que existan entre dos y tres millones (“sin exagerar”) de grabaciones con estas Sinfonías, de modo que es inevitable preguntarse qué puede ofrecernos este disco que no hayamos podido encontrar antes. Y creo que sí, que puede. Primero, me gusta el criterio de selección, con el malogrado viaje a París como hilo conductor. Seguimos con una producción de aspecto muy cuidado (en Pentatone trabajan siempre muy bien) y finalizamos con la maravillosa materia prima: es que es Mozart, es que nos encanta Mozart y no nos cansa, por las diferentes lecturas que permite. Ahí es, precisamente, donde encuentro el mayor interés del disco, que nos revela un Mozart distinto. Conservando la fluidez y esa dulzura melódica propia de los elegidos por el espíritu de la pureza musical, se refuerza el peso de las voces intermedias y se potencian un vigor y desenfado incompatibles con los excesos de galantería de décadas anteriores.

Me convencen completamente estas tendencias actuales que revisan al alza un periodo clásico demasiado atado a la forma y las convenciones y nos construyen un Mozart más carnoso, menos etéreo, rotundamente equilibrado, con interpretaciones asentadas y disfrutonas. Que sospecho siempre debieron ser así, porque aunque Mozart también debía plegarse a los gustos de un público moderado, su carácter y su música eran más intensos, vitales e incluso jocosos de lo que nos han vendido durante décadas.

Y cómo va siendo hora de reivindicar a ese “otro Mozart”, este disco es perfecto para empezar.

Álvaro de Dios