Mattei, Terfel, Netrebko, Coro y Orquesta de La Scala / Daniel Barenboim. Escena: Robert Carsen.
DG, 0440073521822 (2 DVDs)
Già la opera è preparata
De una de las tres o cuatro óperas más importantes de la historia, Don Giovanni, seguíamos hasta ahora desprovistos de una interpretación de altura en imágenes. Por diversas razones, ni Maazel ni Karajan, Muti o Harding satisfacen lo suficiente. Solo la antigua versión de Furtwängler (1954) sigue vigente... en lo que se refiere a la dirección musical y a la interpretación de varios (¡no todos!) de los cantantes, pero en lo que se refiere a la escena es ciertamente antediluviana.
Aun no libre de alguna deficiencia (en concreto el Don Ottavio de Giuseppe Filianoti), la versión que acaba de publicar Deutsche Grammophon en los dos soportes videográficos, procedente de La Scala milanesa el 7 de diciembre de 2011, es por fin una versión del más alto nivel en lo que se refiere a la dirección musical y a la escénica. Respecto a esta última, creo que es uno de los mayores aciertos del quizá más genial director de escena actual, Robert Carsen (Toronto, 1955). Trasladada a varios momentos del siglo XX (la historia es de las más intemporales de cualquier ópera), con una iluminación fascinante, es una propuesta muy creativa, pero alejada a la vez por completo de lo gratuito, en extremo inteligente y coherente, en la que la más mínima reacción de los personajes está justificada y resulta creíble, aun en los múltiples detalles que nunca habíamos visto resueltos de ese modo. La mano del regista canadiense se percibe a la perfección en la estupenda actuación de todos los cantantes (de nuevo Filianoti queda atrás frente a sus colegas). Impresionante comienzo, justo al inicio de la obertura y magnífica idea la del cierre de la obra (que sería una pena desvelar).
En cuanto a la labor del entonces maestro scaligero, Barenboim, mozartiano insigne como todo el mundo sabe, responde a todos los innumerables registros presentes en la partitura (lo dramático y lo jocoso del subtítulo de la obra). Con una orquesta bastante nutrida (y en magnífica forma), Barenboim canta las melodías con una expresividad y una belleza arrebatadoras y, lo más llamativo, infunde a toda la obra una pasión incandescente. Se dice a menudo que Barenboim se ha giulinizado mucho en los últimos años, y es verdad, pero no es toda la verdad, pues no hay más que escucharle algunas recientes interpretaciones, sean varios de sus Bruckner, su Vida de héroe, su Sinfonía 40 de Mozart o este Don Giovanni, entre otros ejemplos. Mientras en sus grabaciones de audio (dos veces Don Giovanni y Las bodas de Fígaro, una vez Così) ha atendido más lo estrictamente musical, en las videográficas (unas Bodas y un Così, pero no Don Giovanni hasta ahora) es cierto que tiene mucho más en cuenta el elemento teatral; no el dramático, que siempre ha estado presente, sino justamente el teatral, y sobre todo en esta representación escalígera esto es enormemente evidente.
El reparto reunido en Milán ha sido magnífico, pero Filianoti no posee el impecable estilo mozartiano de sus compañeros de reparto ni una especial elegancia en el fraseo, si bien salva con gran dignidad “O mio tesoro”. Tampoco el papel menor del reparto, el Masetto de Stefan Kocán, un barítono-bajo algo engolado, es para tirar cohetes. Todos los demás son estupendos, cuando no antológicos. Es el caso del protagonista, el barítono-bajo sueco Peter Mattei, de hermosa voz, nobilísima línea de canto y arte consumado, que ofrece por ejemplo la serenata (“Deh, vieni alla finestra”) y el canto al vino mejor cantados que recuerdo. Algo similar debo decir de Anna Netrebko, la Donna Anna más expresiva, intensa y bellamente cantada que recuerdo (¡y aún oigo alguna vez decir que debe su fama a su belleza!...): arrebatadoras, inolvidables sus dos arias (“Or sai che l'onore” y “Mi tradì”). Aun sin alcanzar, como estos dos, la estratosfera, el no siempre del todo fiable Bryn Terfel está espléndido en un papel (Leporello) que le va a que ni pintado, y no solo por la vocalidad. Barbara Frittoli, a la que quizá no había escuchado en Mozart, está muy en estilo y canta y actúa con la mayor convicción como Donna Elvira (por cierto, aquí Barenboim ha invertido la vocalidad con respecto a su grabación de Erato 1992: Waltraud Meier, Elvira, es más dramática que Lella Cuberli, Anna. Pues la Netrebko ya lucía en 2011 una voz a medio camino entre lírica y dramática, sin haber perdido un ápice de su increíblemente hermoso timbre).
Y en cuanto a Anna Prohaska, una lírico-ligera de preciosísima materia prima, en esta ocasión no cae ni de lejos en lo pizpireto. Finalmente, Kwangchul Youn es un Comendador, ya que no impactante (o sea, Salminen en su disco Erato), sí de hermoso timbre y muy noblemente cantado. El clavecinista del continuo, James Vaughan, merece una especial mención por sus imaginativas intervenciones. La filmación, a cargo de Patrizia Carmine, me parece ejemplar, y los certeros subtítulos en castellano, firmados por Jorge Luis Wic, están cuidadosamente colocados abajo o arriba, en el centro o en un lado, para no tapar lo esencial de las imágenes en cada momento. ¡Qué maravilla, tantos cuidados!...
Ángel Carrascosa