Música clásica desde 1929

Discos recomendados de Ritmo

En esta sección encontrará los 10 discos que la revista RITMO recomienda cada mes, clasificados por meses y por su orden de recomendación del 1 al 10. Se archivan los recomendados desde junio 2011, para ver anteriores ir a "Ritmo Histórico".
Haciendo "clic" en el título de cada disco o sobre la foto, accederá a su ficha y a la crítica publicada en Ritmo y, cuando es posible, a las diferentes tiendas donde podrá adquirir el disco físico, o a las plataformas digitales desde donde podrá escucharlo en "streaming" o descargarlo online.

Ritmo ENERO 2014 - Núm. 870

MOZART: Così fan tutte.

Fritsch, Gardina, Wolf. Coro & Orquesta del Teatro Real de Madrid / Sylvain Cambreling. Escena: Michael Haneke.
C-Major, 714508 (2 DVDs)



La crítica

“Ya no es amor, si en vez de dar placer nos atormenta”

Este Cosí (del que se podría escribir un libro puesto que brotó con aspiraciones de eternidad) posiblemente marque la más alta cota alcanzada por el Real durante la imborrable etapa del apaleado Mortier. El tiempo decidirá por nosotros. Mientras transcurre, podremos contentarnos con volver a admirar una y otra vez desde el salón de casa esta descarnada y amarga visión que de la obra mozartiana nos legara Michael Haneke, agitador de conciencias aquí transmutado en temerario explorador de recovecos nunca antes transitados por el conservador mundo de la Ópera, cuyas leyes no escritas (vigiladas siempre por paladares austeros) suelen chocar estrepitosamente con los que se acercan a ella insuflándole aires de libertad y renovación.

Teatro

Todo parece conceptuarse sobre un gran tablero de ajedrez, en el que cada espectador deberá mover las fichas hasta conseguir su jaque (habrá tantas lecturas y teorías válidas como jugadores). Aunque serán legión los que piensen lo contrario, el director de Amour no se aleja ni un milímetro de la esencia fundamental del texto. Y todo pese al escenario único y el traslado de la acción a nuestros días, aferrado siempre al dramma y marginando lo giocoso (en vez de sonrisas lo que produce es desasosiego y escozor), lo que provocará que los aficionados con prejuicios y los amantes de los potitos escénicos perciban esta inteligente apuesta con el mismo malestar con el que nos asomamos a una caja mortuoria. La ambigüedad y miserabilidad de los personajes, la tensión, el realismo, la áspera atmósfera, el cinismo, la melancolía, el riesgo, los escalofríos, la angustia existencial, el deseo carnal, la muda violencia y la frialdad marmórea acaban provocando incomodidad al espectador, que asiste agarrado al vaso de licor a una psicótica bajada a los abismos de esa especie animal mal llamada “humana” (desde ¿Quién teme a Virginia Woolf? no se hacía en teatro un uso tan revelador del alcohol). La apuesta más osada o suicida (así como un inagotable filón especulativo) la encontramos en la turbia y autodestructiva relación de Don Alfonso y Despina, un doloroso matrimonio en declive y sexualmente violento. En el epílogo Haneke da de lleno en la diana. Fiordiligi renuncia a la vuelta atrás, quiere a toda costa su nueva y reencontrada pasión. La sociedad lucha por destruirla, saltando todo por los aires en una metáfora que nos delata lo predecible: ya nada volverá a ser como antes.

Cinematógrafo

Muchos elementos habituales de su cine acaban inevitablemente adosándose a este Così, que arranca con un enorme ventanal parecido a una gran pantalla. Desde el habitual fuera de campo, pasando por el exhaustivo trabajo con los actores (¡qué riqueza gestual!), el retrato decadente de los ambientes burgueses, los ataques de violencia (a hostia limpia), las preguntas sin respuesta, los elocuentes silencios (que invitan a la reflexión) o ese ritmo/tempo con el que fluye siempre su cine (en perpetuo adagio). Su mano se desborda maestra en el declamado recitativo secco (son la gran joya de esta escena) que es donde el muniqués se juega el pescuezo y donde el tiempo (de una pausada fluidez) acaba subordinado al movimiento, exigiéndole al espectador de nuevos órganos sensoriales ajenos a los habitualmente usados en Ópera, con el fin de poder captar y gozar plenamente de este despliegue antológico de teatro fílmico musical.

Música

Difícil hablar de la música en una régie que aspira a ser entendida sin necesidad de sonido (podría representarse sin ella, usando solo palabras y actores). Existen, por supuesto, versiones infinitamente mejor cantadas, pero curiosamente casi siempre sus recitativos resultan rutinarios y anodinos, y es ahí precisamente donde radica la pureza y grandiosidad de este Così. Cambreling (al que se le tachó de “lento”) acaba convertido en un apéndice más de Haneke, en otro peón del tablero, en un utensilio más de la escena que siempre supedita la batuta a lo que se cuece arriba. Pese a la subordinación, el francés consigue deshacer por momentos su atadura y sacar brillo a la belleza y los momentos de gloria que le otorgan la partitura (la música a veces parece pulverizada sobre el escenario). Pese a que las voces no son rutilantes ni despampanantes, sí que supone un gran acierto el verdor corporal del cuarteto de amantes, siempre por el bien de ese realismo que tanto ansía Haneke. Impagable el trabajo actoral de Shimell como Don Alfonso (aquí sí que es un Don Giovanni anciano), regalando una lección (defendida con uñas y dientes) de fisicidad interpretativa, acertando a la hora de recrear esas manos que mueven a su antojo este monumental guiñol. Habrá Cosìes más hermosos, saludables y mejor cantados/dirigidos, pero costará creer en uno con más mala leche y mayor carga psicológica que éste.

Javier Extremera

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