Ray Chen, violín. Orquesta del Festival de Schleswig-Holstein / Christoph Eschenbach, director y piano.
Sony, 88765447752 (CD)
MOZART AL MÁS ALTO NIVEL
Las magníficas fotografías en blanco y negro que ilustran este cedé ofrecen un llamativo contraste entre la curtida madurez de Christoph Eschenbach y la juventud radiante de Ray Chen. Impresión que se desvanece tras la escucha de unas interpretaciones caracterizadas más que por la oposición, por la perfecta armonía entre ambos artistas. Estamos ante el tercer disco protagonizado por Ray Chen, solista taiwanés criado en Australia (recordemos: ganador del Concurso Yehudi Menuhin en 2008 y del Queen Elisabeth de Bruselas en 2009), que se hace acompañar de su mentor Christoph Eschenbach, extraordinario músico siempre dispuesto a impulsar a los jóvenes talentos, para ofrecernos un programa mozartiano que fija definitivamente el magisterio de ambos en este repertorio.
Ray Chen se revela como un violinista completísimo, tanto por sus cualidades técnicas, apoyadas en un sonido tan límpido y hermoso (extraído de un Stradivarius 1702, llamado “Lord Newlands”) como infinitamente flexible en matices y gradaciones dinámicas. Su musicalidad es indiscutible: es capaz de integrar con total naturalidad los acentos dramáticos y los adornos sin distorsionar un discurso que fluye siempre natural, con un supremo control del vibrato y una cantabilidad excelsa. Las cadencias de ambos conciertos, de elaboración propia, son también muy enjundiosas y hablan bien de su criterio estilístico. En perfecto diálogo con Christoph Eschenbach y la excelente Orquesta del Festival de Schleswig-Holstein, quienes lejos de ceñirse a un papel de soporte impersonal saben imprimir carácter, color e impulso rítmico, redondean unas versiones que se codean con las mejores en la cima de la discografía, no precisamente corta, de estos Conciertos para violín, ejemplos señaladísimos del estilo galante mozartiano.
La Sonata en la mayor K 305 (1778) despierta idéntica admiración. Asistimos a un diálogo entre iguales, perfectamente equilibrado y sin impostaciones. Christoph Eschenbach saca sus mejores recursos como pianista y Ray Chen le responde con una actuación matizadísima. Admirable por ejemplo la gran riqueza lograda en la serie de variaciones del último tiempo. El registro, efectuado en la Christkirche de Rendsburg-Neuwerk, cuenta con una toma de sonido muy espaciosa, ejemplar.
José Sánchez Rodríguez