Nueva oportunidad, que nos ofrece el sello amarillo, de paladear el Mozart quintaesenciado de Maria Joao Pires. El acompañamiento de Abbado también es motivo de regocijo y merece todo nuestro aplauso. Le toca el turno a dos de los Conciertos más festejados del salzburgués : los ns. 20 y 27. El 20, en el amenazante y expresionista tono de re menor (lo que para su época era una novedad arriesgada), nos muestra al Mozart más conflictivo y obstinado, mientras que el 27 que es todo lo contrario, una pura diversión que no deja entrever en modo alguno la situación catastrófica por la que pasaba el músico. La pianista portuguesa hace gala de su exquisito fraseo, de su diamantina digitación y de su sobrio estilo. Su Mozart es expresivo , muy matizado y de una poesía íntima y confidencial. El director italiano, esta vez con la impecable y dúctil Orquesta Mozart, se vuelca completamente en un acompañamiento equilibrado, tierno y atento al fluir del teclado. Arropa el discurso pianístico con un diáfano tejido orquestal y una paleta algo parca en colores y acentos. Así y todo, estamos ante unas lecturas de primer orden, como no podía ser menos, que no empañan las insignes referencias de siempre.