Sony edita una nueva grabación de una de sus más prometedoras, y a la vez sólidas, pianistas, la georgiana Khatia Buniatishvili. Sus dos primeros registros estuvieron dedicados a Liszt y Chopin. En este caso nos enfrentamos a un disco de piezas cortas, con criterio de selección entre lo personal (la pianista lo dedica a su madre) y lo comercial. Ese tipo de disco tan típico hace cincuenta años, y al que las multinacionales acuden para relanzar su cada día más complejo mercado. Probablemente sea también el motivo de que la toma de sonido incluya un velo sonoro, que no deja escuchar las obras con total plenitud, sin duda buscando la creación de una atmósfera etérea, que no creo que consiga plenamente. Todas las piezas son bellísimas, incluidas algunas concesiones a la modernidad como las de Ligeti, Kancheli (del que es raro escuchar obras para piano) o Pärt. Pero sobre todo, prima el piano delicado y preciosista de  Buniatishvili, sorprendentemente maduro. Especialmente destacable su Scriabin (Estudio Op. 2) y su rotunda Danza Eslava de Dvorák.
Juan Berberana