Las comparaciones suelen ser odiosas, pero a veces inevitables, mas a la hora de abordar una obra maestra como esta. Las inolvidables versiones acometidas, como la del propio Mompou, Alicia de Larrocha (a quién dedicara el Cuarto Libro), Sira Hernández o hasta Javier Perianes, por citar algunas. Aracama recorre sin prisa las 28 piezas, la mayoría ocupan solo dos o tres páginas de música ligeramente marcadas, y cuyo nivel dinámico rara vez supera el mezzopiano. Nos demuestra su sensibilidad con breves y melancólicas frases recitativas, con una acometida musical caracterizada por contener apenas la indicación de un pulso, demostrando una prueba de concentración y contención durante períodos prolongados. Como bien dejara por escrito el propio Mompou, “su misión es llegar a las profundidades profundas de nuestra alma y los dominios ocultos de la fuerza vital de nuestros espíritus. Esta música es silenciosa como si se escuchara desde adentro”.

Aracama acomete con extrema sutileza combinaciones y texturas amargas politonales, bajo las cuales la música a menudo parece flotar en el aire. Mompou, hombre de pocas palabras, se expresa a través de su música economizando también sus medios con un tono tranquilo, donde nada sobra, pero tampoco nada falta y representa para el oyente una excelente opción para relajarse. Una obra ideal para escuchar bajo el silencio de la noche, bajo la tenue luz de la luna sobre un pentagrama colorista. 

Luis Suárez