Simone Vallerotonda, laúd.
Arcana A496 (CD)
SUSPENDIDO EN EL AIRE
Vaya por delante que me ha costado muchísimo escribir sobre este disco. Y no por falta de méritos o calidad, no, sino por todo lo contrario. Porque hace honor a su título y es un poco como la música de Bach, que en cada escucha revela detalles, ideas, reflexiones que replantean nuestra perspectiva sobre esas notas y su contexto. Dice Vallerotonda que “son diálogos y monólogos en sonido; son meditaciones sobre múltiples aspectos de la vida, escritas usando notas en vez de palabras”. Pues amén, hermanos.
El laudista romano aborda esta selección de extraordinaria música como un viaje introspectivo del intérprete, quien invita al oyente a hacer lo propio a través de materiales escondidos y varias capas de literatura subterránea que iremos deshojando cada vez que nos sentemos a disfrutar esta joya. Y no dudéis del spoiler: es una gema, sin discusión.
Porque tenéis delante un producto absolutamente espectacular desde cualquier enfoque, un disco redundantemente redondo. Empezando por una música que representa orgullosamente la tradición laudista francesa y que es una delicia de calidad apabullante, a pesar de las críticas de algún que otro teórico vintage. Obviamente no aparece el cantabile italiano, ni el contrapunto alemán, ni la grandeza del Versalles más esplendoroso, porque tiene otra personalidad: la de la íntima comunicación entre maestro y el alumno, o entre el intérprete y el oyente iniciado, privilegiados conocedores del espíritu secreto de las notas; la personalidad del estudio reflexivo, la elocuencia delicada del style brisé, la aplicación imaginativa de la inégalité, la sofisticada elegancia de la ornamentación, o la flexibilidad y relatividad del tiempo… como en la vida misma.
Esa materia prima se procesa con una trabajada elaboración filosófica, donde la idea de Vallerotonda de articular el repertorio en torno a los humores corporales no es nueva, como tampoco constituye novedad estructurarla por tonalidades, porque ya lo hacían implícitamente los compositores al elegir armaduras en función del afecto y el humor con el que querían trabajar. Poco importa si es nuevo o no, cuando el diseño conceptual (ligando afectos, tonalidades, humores y estaciones) es tan brillante, la música tan indescriptible y la ejecución lleva el sello de la perfección trascendente.
Y ahí vamos al núcleo del asunto, porque Vallerotonda toca el laúd (de trece órdenes, encordado con tripa y afinado a 392Hz) con delicadeza y seria profundidad. Su laúd habla y podemos escuchar la pulsación y a mí me encanta esa autenticidad. Simone escribe sobre sentirse suspendido en el aire a través de esta música, pero nos transmite el aplomo justo del pulso, el equilibrio perfecto entre peso y ligereza de discurso, entre elocuencia e íntima contención, entre profundidades insondables del alma y alegrías etéreas. Y siempre hay emoción y hay verdad; y algún conocimiento profundo en el tañer de Vallerotonda, algún misterio sin revelar y muchísima música con la mayúscula de los buenos.
No sé dónde apunta el disco, pero me figuro que es a algún rinconcito íntimo de cada uno, a ese punto donde nace la música en el compositor, conecta con el interior del intérprete y descansa en el del oyente en un viaje reparador. Vallerotonda consigue que la música comunique y toque al destinatario y lo demás sobra. Simplemente espectacular.
Álvaro de Dios