Música clásica desde 1929

Discos recomendados de Ritmo

En esta sección encontrará los 10 discos que la revista RITMO recomienda cada mes, clasificados por meses y por su orden de recomendación del 1 al 10. Se archivan los recomendados desde junio 2011, para ver anteriores ir a "Ritmo Histórico".
Haciendo "clic" en el título de cada disco o sobre la foto, accederá a su ficha y a la crítica publicada en Ritmo y, cuando es posible, a las diferentes tiendas donde podrá adquirir el disco físico, o a las plataformas digitales desde donde podrá escucharlo en "streaming" o descargarlo online.

Ritmo ABRIL 2012 - Núm. 851

MAURIZIO POLLINI interpreta obras de Stravinsky, Prokofiev, Boulez, etc.

Orquestas. Directores.
Abbado, Sinopoli.
D.G., 4779918 (CD)



La crítica

POLLINI, 70 AÑOS

40 años han pasado desde que Pollini grabara su primer disco de Chopin. Fueron las dos series de Estudios. Creo recordar que no tuve el disco en mis manos hasta un año despúes, pero de lo que me acuerdo perfectamente es de cuál fui mi impresión acerca de él. Me gustó poco, a pesar de que todo el mundo (o casi) decía que aquello era lo nunca escuchado, etc. Situémosnos.

Se vivía entonces una especie de fiebre antirromántica ante la música del polaco, muy bien instrumentada desde una corriente crítica que creía en ello y que, por añadidura, pensaba que estaba descubriendo el mundo. Si a Szell o a Klemperer se le perdonaban sus andanzas objetivistas, por qué no hacer lo mismo con un Malkuzinski o un Rubinstein, y acabar con tanta delectación melódica y tanto sonido perlado. Pollini, que además basaba su manera de operar e una concepeción política de la música, y más, de la interpretación de la música, era el artista ideal para abanderar el movimiento.De ahí a sacar a Chopin de las cintas de música de fondo de las peluquerías de señoras había un paso.

Pero ni siquiera para un pianista e intérprete de la talla de Pollini debió ser fácil montar el tinglado, porque su casa de discos, o sea, la mejor casa de discos posible en aquella época (la que regala grabación a los Premios Chopin, galardón que Pollini había conseguido en 1960, a los 18 años; ya ven lo que tardó en grabar) le siguió pidiendo más Chopin, y, al ritmo del pianista italiano, cualquier proyecto a medio plazo encerraba un grave peligro: como sucede con esas catedrales maravillosas que empiezan siendo góticas y acaban barrocas, ¿quién podría asegurar que las ideas de Pollini sobre “lo romántico” no acabarían volteadas en el periodo de grabaciones contemplado?

Pues así sucedió. Dos años más tarde salía al mercado otro disco, esta vez con los Preludios, y, aunque un Chopin menos agresivo, cantudo y apremiante que el anterior, tampoco se reconocía en él ni a la carne de antaño ni al pescado de ahora. Sin embargo, al año siguiente sucedería algo grande: salían las Polonesas y ahí sí se notaba una evolución tremenda. Claro que si para unos –entre los que me encuentro- esto supuso una buena noticia, para otros significaba una flagrante traición a los principios rectores del antirromanticismo militante. Porque en estas Polonesas no se regataba la grandeza del más aguerrido nacionalismo, ni mucho menos la capacidad del héroe para volar, impregnado de los más nobles valores épicos y sentimentales.

A mi entender, esta grabación marca el punto de calidad y equilibrio interpretativo más claro y sincero de todo el Chopin de Pollini. Lo que vino después (Sonatas 2 y 3 en 1984, Scherzi, Barcarola y Berceuse en 1990, Baladas y Fantasía en 1999, Nocturnos en 2005 y, ya en 2008, un disco batiburrillo con repeticiones y alguna pieza suelta) carece de unidad. Y sobre todo de equilibrio, porque la linea no es clara; da la impresión de que no sea el mismo pianista siempre; más parece que cada vez toque según el estado de ánimo, lo que para un pianista de su altura no sería un problema, pero sí desde luego para el intérprete, y muy concretamente para el intérprete de repertorio romántico. Hay en todos esos discos maravillas (en la serie de Nocturnos muy especialmente) junto a obviedades y lugares comunes impropios de un artista de esa talla. A mi juicio, estos problemas están más en el intérprete que en el pianista. Y la mejor y más gloriosa prueba de ello es el segundo de los álbumes que aquí se comentan: repertorio del siglo XX. Aquí las secuencias temporales de los discos son parecidas, pero los resultados bien distintos porque, digámoslo ya, los criterios son claros y siempre los mismos; notamos sin esfuerzos que lo que Pollini nos quiere contar es dicho sin darle ninguna vuelta ae asunto. La veracidad es extrema, la musicalidad, la adecuada y justa, y yo creo que por ello el resultado, indiscutible.

La primera grabación es un año anterior a la de los Estudios. Es exactamente el mismo pianista; un señor que no entiende a Chopin pero dicta una lección magistral acerce de Stravinsky, y yo diría que, sobre todo, de Prokofiev: su versión de la Sonata op.83 , por otro lado bastante mejor música que Petruchka, es antológica. Igual que las otras dos piezas que se incluyen en el mismo compacto ahora, pero que originalmente fueron registradas cinco años después: las Variaciones op.27 de Webern y la Sonata núm.2 de Boulez. Un 10 a todo, por supuesto, pero lo que más me interesa resaltar es lo muy “románticamente” que Pollini hace esta música. No insistiré en esto, pero sugiero a los estudioso pollinistas que reparen en el asunto. En 1977 Pollini y Abbado grabaron Como una ola de fuerza y l uz, una de las músicas más bellas de las escritas en el siglo XX, alcanzando una comunión interpretiva irrepetible (el disco añade  el Homenaje a Varèse de Manzoni, con Sinopoli). No menos memorable fue la grabación que Pollini dedicó a Schoenberg con sus piezas para piano solo, de dos años antes, y que ahora aparece junto al Concierto para piano, que en su día salió -en insólita- combinación con el de Schumann (1988). Casi al mismo tiempo que el disco de Nono, salió al mercado otro hito, los Conciertos para piano núms. 1 y 2 de Béla Bartók (todavía nadie se explica por qué el tercero se quedó fuera), e incomprensiblemente Pollini tardó más de una década en volver a grabar música del siglo XX. Sus dos útimos registros fueron publicados en 1993 y 1999, y tras ellos, el silencio. Ambos contienen música de Debussy, un acercamiento que quizá no interese tanto como el que hace a la Sonata op.1 de Alban Berg, una acongojante versión, de enorme personalidad y de un marchamo musical verdaderamente impresionante. Debussy (Estudios, primer libro de Preludios y L´Isle joyeuse) en cambio no me parece tan único, por una razón: prefiero, por decirlo de alguna manera, un Debussy menos impresionista. Más de uno me matará por decir esto, pero es que lo pienso: cada vez veo esta música menos dependiente del estilo y más como una creación que teasciende el área francesa, llenándose de más contenido.Me gusta más, por ejemplo, lo que hace con ella Zimerman, que la saca completamente de su contexto, multiplicando así su inagotable contenido.

En resumen. Un pianista que ya ha hecho historia, pero del que seguramente no esté todo dicho. Ni siquiera entendido, por culpa de sus acólitos, muchos, pero también de quienes no han (hemos) llegado a entender una personalidad musical tan compleja como la suya .

PGM                                  

 

2185
Anterior J. STRAUSS: 5 Valses transcritos por Schöenberg, Berg y Webern.
Siguiente BRAHMS : Concierto para piano núm. 1.