Johannes Moser, violoncelo; Andrei Korobeinikov, piano.
Pentatone PTC5187007 (CD)
La música del siglo XX no suele asociarse a conceptos como belleza y felicidad. Y, sin embargo, eso es lo que desprende mucha de la música escrita por el checo Bohuslav Martinu. Estas tres Sonatas para violoncelo y piano no son una excepción, aunque en ellas haya espacio también para el drama y el dolor. Las tres, de hecho, pueden verse como instantáneas de tres momentos clave de la vida del compositor. Así, si la Sonata n. 1 (1939) fue escrita en París pocas semanas después de la invasión de Checoslovaquia por la Alemania nazi, de ahí el aire de danza macabra de su Poco allegro inicial, la Sonata n. 2 (1941) está marcada por la experiencia del exilio y la añoranza de la tierra natal, que Martinu expresa con un Lento de aliento hímnico y un Allegro commodo con ecos de danzas populares checas. La Sonata n. 3 (1952) no puede ser más diferente: compuesta de regreso ya en Europa, es una gozosa celebración de la vida que incluye guiños a la tradición musical clásica.
De este tríptico hay un buen número de registros, entre ellos históricos como el de Starker y Firkusný (RCA) o Vectomov y Pálenicek (Supraphon). Este que firman Johannes Moser y Andrei Korobeinikov puede ser considerado ya una referencia por la comunión que ambos intérpretes revelan, el arte sutil con que sacan a la luz los diferentes matices técnicos y expresivos de estos pentagramas y, sobre todo, por el extraordinario sonido del Andrea Guarnieri de 1694 que, en manos de Moser, canta, llora y ríe. Un disco, pues, altamente recomendable por la calidad de su música y de las versiones.
Juan Carlos Moreno