Christina Landshamer, Erika Sunnegårdh, Ricarda Merbeth y Christiane Oelze, sopranos. Lioba Braun y Gerhild Romberger, altos. Stephen Gould, tenor. Dietrich Henschel, barítono. Georg Zeppenfeld, bajo. MDR Rundfunkchor. Chor der Oper Leipzig. GewandhausChor. Thomaneschor Leipzig. Gewandhausorchester Leipzig / Riccardo Chailly.
Accentus ACC70504 (8 DVD)
EXCELENTE INTEGRAL INCOMPLETA
Tras casi un mes de compañía con la música de Mahler en esta excepcional casi integral de Chailly con la Gewandhaus de Leipzig, uno tiene la sensación de que el mundo es otro, y mira la realidad circundante con los ojos del recién aterrizado de un planeta remoto. Esta compilación está destinada a convertirse en una de las joyas de la discografía mahleriana en DVD: la casi integral de su ciclo sinfónico (menos, de manera inexplicable, la Tercera Sinfonía, y el Adagio de la Décima).
Grabadas en un periodo de 5 años, entre mayo de 2011, cuando se interpretó todo el ciclo sinfónico de Mahler por diferentes directores y orquestas en un período de dos semanas (en ese ciclo, Chailly y la Gewandhaus se encargaron de las dos corales, la Segunda y la Octava), y enero de 2015, donde se cerró el casi ciclo con la Primera, de manera sorpresiva. Fueron publicándose conforme se grababan, a ese ritmo de dos por año, y obteniendo las máximas puntuaciones en las diferentes reseñas de crítica especializada. Pero la escucha en su orden cronológico aporta un engarce entre ellas que el propio Chailly atribuye a Mahler; tras el falso triunfalismo del final de la Primera, si se escucha sin pausa el primer movimiento de la Segunda, adquiere todo su sentido: el héroe romántico nunca llega a triunfar. De igual manera, las referencias cruzadas entre Sinfonías, como la llamada inicial de la trompeta en el primer movimiento de la Quinta que aparece en la Cuarta, o el último diseño melódico de las violas para cerrar la Novena, que es la preparación de la frase de violas con las que comienza el primer movimiento de la Décima, explican que el ciclo de Sinfonías no es un círculo, sino un camino siempre hacia adelante que lleva al individuo a su disolución en la naturaleza.
El principal acierto interpretativo de Chailly consiste en restituir la estructura de las Sinfonías y hacerla audible. Para ello, su minuciosidad en cuanto a las indicaciones metronómicas adoptadas, que, aunque Mahler evitó ponerlas a partir de su sinfonía primera, es necesario determinar con claridad y mantenerse fiel a ellas; en definitiva, se trata de combatir la tendencia a la morosidad de algunas versiones actuales que desdibujan el todo.
Mengelberg y Walter
Este es el sentido principal de esta nueva grabación integral de las Sinfonías mahlerianas con la Gewandhaus y lo que la convierte en necesaria, a pesar de su primera grabación integral, excelente también, con la Concertgebouw. Si en esta la tradición interpretativa de Mengelberg, cuyas partituras son custodiadas por la propia orquesta del Concertgebouw, partituras prolijamente anotadas con centenares de interesantes propuestas y detalles, fue asumida por el propio Chailly tras el estudio de estas partituras anotadas, en la nueva grabación añade a su bagaje el legado de Bruno Walter, que fue el primero en establecer en el repertorio de la Gewandhaus las Sinfonías de Mahler.
Así pues, evita la autocomplacencia prestando atención al detalle, lo cual es una tarea difícil, dada la opulencia y riqueza de la escritura instrumental y la extensión de su corpus sinfónico; de igual manera pone en valor los silencios, que en Mahler son tensión, nunca decaimiento, como los del solo de trompeta al comienzo del primer movimiento de la Quinta.
Y es que Mahler no imprime a sus movimientos un único perfil, y Chailly acierta en perfecta expresión de los caracteres cambiantes de manera rápida. El Scherzo de la Quinta Sinfonía es un vals vienés, más un Ländler mezclado con este Scherzo en su sentido primigenio de broma, aunque con el matiz más bien de sarcasmo o ironía, más ramalazos de nostalgia entreverados. Y otro movimiento bañado con nueva luz es el Adagietto de la Quinta, en el que elimina el hiperromanticismo espúreo. Se trata de una declaración de amor a Alma Mahler, como una canción sin palabras. Evita esos tempi tan lentos que estiran las frases hasta hacerlas caer en la pena y la desesperación nostálgica, y así pasa de los 10’ de su primera grabación a 7’30’’.
El mismo Chailly indica que en Mahler se encuentra Webern, en esas páginas donde la música se deshilacha, se va desvaneciendo con el escueto uso de las células motívicas que han constituido la trabazón del movimiento, pero ahora dispersas en una dinámica que tiende al pianissimo, añadiendo incluso a veces un ritenuto, quedando todo supeditado al color y la instrumentación. Buen ejemplo de ello es algunos finales, como el de la Trauermarsch de la Quinta, el Scherzo de la Sexta o el Scherzo de la Séptima, o tres de los cuatro movimientos de la Novena.
Concluyamos que Riccardo Chailly es uno de los grandes directores mahlerianos. En lugar de ver esta música como si de una confesión personal se tratara (un espejo de sus tragedias autobiográficas y de su atormentado interior), ha trasladado su centro de atención a las cualidades puramente compositivas: la innovadora complejidad formal, la ambigüedad armónica, el cada vez más refinado timbre orquestal y su compleja construcción motívica con esas células generadoras.
Se trata de valorar la música en su poder expresivo, evitando cualquier pathos sobrepuesto y los excesos de sentimentalismo. ¿Es necesario añadir que sin el virtuosismo y entrega de la Gewandhaus no hubiera sido posible este milagro?
Neo Rauch, artista de Leipzig, crea las portadas de cada disco, aportando un halo de misterio y sugerencia totalmente adecuados.
Jerónimo Marín