Obras de SCHUMANN (Adagio y Allegro Op. 70, Fantasiestücke Op. 73, Fünf Stücke im Volkston Op. 102) y SCHUBERT (Sonata Arpeggione).
Adolfo Gutiérrez Arenas, chelo. Josu de Solaun, piano.
Odradek ODRCD123 (CD)
La efusividad de Florestan contrasta con el lirismo y la melancolía de Eusebius en estas obras de Schumann, creador ficticio de estos dos mundos imaginarios a modo de su Doppelgänger, en los ciclos Op. 70 (original trompa y piano), Op. 73 (original clarinete y piano) y Op. 102, que anteceden a la Sonata Arpeggione de Schubert. Y de este modo, y en estado de gracia, el chelista Adolfo Gutiérrez se nutre del pianismo intenso, inteligente y emotivo de Josu de Solaun para recrear estas músicas con una belleza y técnica muy natural, que nunca se desborda por el precipicio del sentimentalismo, tan proclives como echar una cucharada más de azúcar en la taza. Solo el Adagio del Op. 70 (donde un trompa sufre más que un chelista) que abre el disco, ya es como la apertura a un nuevo mundo, una vez dentro es difícil salir. Por otra parte, son tempi comedidos, regulados y pensados, ya que la poesía florece a cada compás con la genialidad habitual de su autor. Las menos frecuentes Cinco piezas en estilo popular Op. 102 reciben el fino toque humorístico del chelista, secundado con sorna por Solaun, que sabe estar atento y destacar el ritmo “burdo” escrito por Schumann (primera de las piezas), desarrollando el ciclo como una suite que alcanza su cima en la brillantez de la pieza final.
La Arpeggione es un verdadero campo de minas, con una escritura pianística casi a la inversa de la del chelo, pero la simbiosis es tal que pocos músicos podrían ofrecer una interpretación tan hermosa y redonda como esta, sin aspavientos y con la sencilla determinación de crear mucha belleza.
Gonzalo Pérez Chamorro