Jonas Kaufmann, tenor. Sonya Yoncheva, soprano. Ludovic Tézier, barítono. Bayerisches Staatsorchester / Bertrand de Billy.
Sony Classical 88985390832 (CD)
Italianidad germana
Ópera francesa cantada con indudable y pegadiza italianidad por un alemán: la Unión Europea debería tomar nota y apuntar como eslogan este disco de Jonas Kaufmann, el último de la estrella de Sony Classical, del que he leído críticas como que “contentará” a los seguidores del tenor… Una afirmación que quizá sería apropiada para cantantes como Roberto Alagna o aun mejor Andrea Bocelli, cuyas dudosas cualidades no pueden equipararse a las de un súper clase como el alemán, que ya ha demostrado su valor en el repertorio italiano, germano y francés, del que este disco recopila algunas de las más bellas arias y dúos. Claro que la grabación conlleva las cualidades naturales de la voz y estilo del tenor, como un forzamiento para las medias voces y el engolamiento, pero su virilidad, poder expresivo y potencia suplen y arrasan con todo, además de un conocimiento muy profundo de las partituras, muchas de ellas ya rodadas en escena. Es un disco, que una vez puesto, cuesta quitarlo.
De estos personajes llevados ya a la escena, caso del Werther, sorprende advertir que lo dota de una inusual densidad (si se hace discografía, los antecedentes nos llevarían a mitos como Thill, Gedda o Kraus, que cantaban con frac, mientras Kaufmann parece cantar en tejanos y sport), impropia para el débil y enamorado romántico, que se quita una vida que aquí parece ponerse en duda… O el apasionado Don José de Carmen, menos febril que de costumbre en el “aria de la flor”, con una mayor intimidad, en una interpretación muy en sintonía con la sabia dirección de Bertrand de Billy, ya que es la ópera francesa el terreno por donde este director mejor sabe moverse. Además de contar con una orquesta de foso de la categoría de la Bayerisches Staatsorchester.
Curioso es “O Dieu, de quelle ivresse” de Les Contes d’Hoffmann, ópera entre lo alemán y francés, quizá la simbiosis perfecta, a la que Kaufmann otorga una graciosa ligereza que recuerda su estilo italiano tan elegante ofrecido en aquellas napolitanas con sabor a bretzel y cerveza de trigo (“Dolce vita”). Si no todas las músicas están al mismo nivel de Bizet o Massenet, con Gounod Kaufmann revela una especial sintonía (soporto poco Roméo, la verdad), cantando “Ah! Lève-toi, soleil!”, precedido por la introducción al aria, que no suele cantarse en recitales, demostrando una enorme belleza en el fraseo.
Para los dúos se ha contado con dos grandes cantantes, la soprano Sonya Yoncheva, que se funde con el alemán en un intenso abrazo vocal en los dúos de Manon; y con la elegancia del barítono Ludovic Tézier, con el que arrojan llamas en el dúo de Los pescadores de perlas, y cuyas voces, ambas oscuras, a veces se confunden y no se contrastan como debieran (recordemos a Björling con Merrill o a Kraus con Bruscantini). El disco se cierra con la maravillosa recreación de “Rachel, quand du Seigneur” de La Juive de Halévy y con Berlioz, ideal para el timbre varonil de Kaufmann. Por otra parte, la ensoñación de “Merci, doux crépuscule!” de La Condenación de Fausto (la línea melódica es sencillamente portentosa”) y la contenida atmósfera progresiva de “Je dois quitter Carthage” de Les Troyens, ópera maestra que está llamando a las puertas del Teatro Real, pero nadie sale a abrirle.
Gonzalo Pérez Chamorro