Daniel Barenboim, piano.
Staatskapelle Berlin. Dir.: Pierre Boulez.
Accentus, ACC 20239 (DVD)
BARENBOIM Y BOULEZ DESCUBREN LISZT
Este DVD/Blu-Ray acaba de obtener uno de los más prestigiosos premios discográficos internacionales, lo cual no deja de sorprenderme (¿por qué no lo obtuvieron los Conciertos de Chopin, con Barenboim y Nelsons, unas versiones más indiscutibles?). Porque aquí hay algún tropiezo... de dedos, en más de un pasaje del Primer Concierto, y se supone que “eso no se perdona”. ¡En fin! Es posible que se haya premiado el reencuentro entre dos monstruos como Barenboim y Boulez, tan amigos como diferentes, que sin embargo hace poco filmaron un colosal Primer Concierto de Bartók (también sin premio, que yo sepa). Pero volvamos al disco que nos ocupa: registrado en público en el Festival del Ruhr en junio de 2011, el morbo de este programa es que Barenboim nunca había grabado estos Conciertos (y sólo tocado, al parecer, el Primero hace pocos años con Mehta) y que Boulez, tan alejado de estos repertorios románticos, nunca los había dirigido (Barenboim sí dirigió el Segundo a Arrau –quien le ha servido, así lo afirma, de inspiración–, a Brendel y a Zimerman, versión esta última recién editada, en EEUU, en DVD junto a la Sinfonía Fausto del concierto-homenaje a Liszt en Bayreuth, 1986). Pues bien, ha ocurrido lo mejor que se podía prever o esperar: Barenboim, pese a los referidos apuros en el Primero (casi inexistentes en el Segundo), reinventa las obras, demostrando que no requieren sólo un virtuoso, sino por encima de todo un gran músico. Esto ya lo había hecho Arrau en su famosa grabación con Davis, pero el de Buenos Aires va más allá, sobre todo en el Segundo, que resulta aquí un descubrimiento en toda regla. La pasión, la grandiosidad, la hondura e introspección son realmente insólitas. Pero, en fin, de Barenboim se podría esperar –sobre todo después de conocer lo que es capaz de hacer con el Primer Concierto de Tchaikovsky (en el DVD con Celibidache por fin publicado)– algo parecido a lo que ha hecho con los Liszt, pero ¿de Boulez, que si no me equivoco no había grabado una sola nota de ese compositor? Pues, señoras y señores, es para escuchar y no dar crédito lo que Boulez hace con estos Conciertos, dirigidos no sólo con pasmosa clarividencia, sino además con una tremenda implicación personal: ¡otro gran descubrimiento! ¡Qué admirable madurez la del ya anciano director! Porque en la Obertura Fausto de Wagner que abría el programa, también reinventa una página densa, enigmática, de sugerentes claroscuros y que hace pleno honor al título que el autor quiso darle en un principio: “Fausto en la soledad”. El Idilio de Sigfrido que abría la segunda parte es, como podría también esperarse, una versión inmejorablemente didáctica alejada de todo sentimentalismo. Magnífica la orquesta (sí, esa orquesta que según algunos es corrientita...).
A.C.A.