Chris Merritt, Ines Moraleda, Ana Puche, Werner Van Mechelen, Frode Olsen. Coro y Orquesta del Gran Teatro del Liceu. Dir.: Michael Boder.
Arthaus, 101643 (2 DVDs)
Primera grabación en DVD de Le Grand Macabre de György Ligeti (1923-2006). Ligeti rehízo su primera versión de la ópera (de 1977, cantada en alemán), por encargo del Festival de Salzburgo, en 1996, con el objetivo de hacerla más digestiva e incluso comercial. Sobre la primera versión (con texto suyo, basado en una novela de Michel de Ghederodes), opta por traducirla al inglés y elimina (incorporando nueva música) las partes habladas. De aquella primera versión, Wergo realizó una grabación en 1991, dirigida por Elgar Howard, el que ha sido el mayor defensor de la pieza durante muchos años. Musicalmente hablando, incluso superior a la grabación de Esa-Pekka Salonen (Sony), posterior al reestreno salzburgués. Esta nueva versión, que es la que hoy comentamos, produjo a Ligeti severos disgustos, ya que el Festival eligió a Peter Sellars como responsable de la producción escénica (algo similar a lo que el mismo Festival y escenógrafo hicieron con el San Francisco de Messiaen, tratando de trasladar el mensaje al mundo musical de que llevaban a cabo un cierto “redescubrimiento”, que en realidad no era tal…). La polémica con Ligeti se centraba en el tratamiento veladamente político de la producción (la escena se basaba en un mundo post-Chernobil, que se enlazaba con la caída de los regímenes comunistas). No creo que Ligeti (como tantos otros compositores del este de Europa, exiliado real y, sobre todo, intelectual durante decenios) fuera sospechoso de filo soviético. Pero tal montaje desvirtuaba, en algo, la necesaria intemporalidad de su obra y del texto original. La producción que comentamos (noviembre de 2011 del Liceu, en coproducción con La Moneda, la ENO y la Ópera de Roma), sí resulta más ajustada al concepto de fin del mundo, o fin de una era, ajena a valores políticos, y más ligada a la degradación moral del ser humano (un poco puerilmente recogido en la obsesión por el sexo de algunos de los personajes. Hay que pensar que se crea en los años 70 del pasado siglo). El montaje de Álex Ollé (Fura dels Baus) es original (centrado en una figura de mujer, que cree morirse, de casi 20 metros, cuyo cuerpo sirve de centro para el desarrollo de las escenas) y permite disfrutar de la trama (el fin del mundo siempre lleva asociado algunos mitos, y en esta ocasión es el del adivino-profeta-farsante) sin distorsiones conceptuales. Musicalmente la producción es irreprochable, tanto desde la dirección, como por los cantantes (extraordinaria la presencia de Chris Merritt, quién fue una estrella del belcantismo, a la altura de un Florez, hoy defiende el final de su carrera con una amplitud de repertorio fascinante). La obra de Ligeti es una referencia del repertorio del siglo XX, y esta producción hace justicia a su innegable calidad. Muy recomendable.
J.B.