Kaufmann, Agresta / Kaufmann, Monastyrska. Staatskapelle Dresden / Christian Thielemann.
Sony, 88875193409 (2 DVDs)·
Dos cabalgan juntas
Esta nueva propuesta para dos óperas que nacieron sin conocerse, pero que estaban destinadas a cabalgar juntas por todos los teatros del mundo, ya que su temática parte de la misma idea de no mantener la bragueta subida como Dios manda en casa ajena, se pudo contemplar en el Festival de Pascua de Salzburgo de 2015, con escena de Philipp Stölzl, que crea una serie de paneles para cada elemento de la acción y desarrolla un concepto muy cinematográfico. Mientras se escenifica la Pantomima de Pagliacci, por ejemplo, vemos en otro panel a Canio, hundido en sus pensamientos y mascullando como resolver el duro trance que se le presenta. O en el Preludio de Cavalleria, donde se advierte el despertar de la mañana en los distintos espacios que serán claves para el desarrollo de la acción. Es un despliegue absoluto de conceptos, que mejora la definición de cada personaje, difícil de definir cuando se tratan de óperas que apenas exceden de la hora. Pero, por otro lado, desvía la atención del elemento principal y focaliza varios puntos a gusto del espectador, que en el DVD están muy bien realizados por el incansable Brian Large.
El tándem Kaufmann-Thielemann me recuerda a Meier con Barenboim, ambos se enriquecen y dan lo mejor de sí mismos con la influencia del otro. A priori, una orquesta como la Staatskapelle Dresden no está asociada a estas obras raciales italianas, de bellísimas líneas melódicas y orquestación mediterránea. Pero Thielemann crea espacios sonoros donde la belleza es lo primero, fluyen las melodías con suprema elegancia y serena belleza, sin dejar de lado la intensidad dramática, presente cuando tiene que estarlo. En Salzburgo lo adoran, es su nuevo Karajan.
El tenor alemán tiene la voz perfecta para estos papeles. Y su presencia física. Es apoteósica su transformación en el Intermezzo de Pagliacci, maquillándose como Joker para hacer su trabajo forzado. En Cavalleria, el arrojo de su testosterona lo lleva hacia su fatal desenlace, su virilidad parece indestructible, pero la afilada vendetta de Alfio, un gánster vestido con traje de raya diplomática encarnado por un sensacional Ambrogio Maestri, no está dispuesta a perdonarle la vida. El final de esta Cavalleria, con el despliegue de los seis paneles en un alarde de polifonía visual, es deslumbrante, mientras Thielemann consigue dejarnos sin respiración. Todo funciona.
Estar a la altura de Kaufmann no es fácil. Destaca Liudmyla Monastyrska, Santuzza de raza y presencia y buen volumen, pero sin la debida elegancia, firma un dúo colosal en “Bada, Santuzza, Schiavo non sono” (trío, ya que Thielemann los dirige de infarto). Maria Agresta es una digna Nedda, papel cursi, ya sabemos, pero nada fácil de cantar, mientras Platanias (el malvado y tullido Tonio) es un barítono bastante insulso. Por suerte, todos los papeles menores, que son pocos, están muy bien, tanto Stroppa (la bella Lola), Mamma Lucia de Toczyska (una prestamista protegida por sus matones) o el simpático Beppe (Akzeybek, quien se crece en el dúo con Canio-Kaufmann “Credetemi”, con sutiles glissandi en la orquesta). Desconozco si en un teatro más pequeño que el Groβes Festspielhaus los paneles funcionarían igual, pero ver un primer plano cinematográfico de Santuzza a lágrima viva mientras suena el Intermezzo de Cavalleria es algo por lo que merecería la pena pagar…
Gonzalo Pérez Chamorro