Leonard Bernstein (1918-1990) no fue sólo uno de los directores más grandes del siglo pasado, un compositor de enorme inspiración que creó lo que le dio la gana con sabiduría, un divulgador que dominó los discursos (y los medios) para resultar pedagógico y exigente a la vez. Bernstein fue, es, un icono. Su personalidad arrolladora incluso lo llevó a trascender los atriles y a pisar charcos también políticos.

Sony Classical nos ofrece todo un tesoro, once CD que recogen grabaciones para American Columbia protagonizadas por Leonard y su querida New York Philharmonic entre los años 50 y 60. El regalo es doble. Por un lado, porque cada estuche reproduce las portadas y contras de los vinilos originales, algunas de ellas con textos explicativos concisos pero de grandísimo rigor musicológico. Por otro lado, claro, por las excelentes versiones (algunas de referencia) del repertorio. Encontramos clásicos como Haydn (lleno de vigor y luz), Beethoven (una "Heroica" épica), Dvorak (pura fuerza en su Sinfonía del Nuevo Mundo) o Mahler (la Tercera, tan significativa para el redescubrimiento del compositor); como pianista acompañante del gigante Fischer-Dieskau, una selección de Lieder), pero también contemporáneos de Bernstein: Stravinsky (Le Sacre, a un nivel catártico casi insuperable) y autores empeñados en crear una identidad musical americana (Copland, Grofé, el mismo Bernstein y Gershwin, cuya Rhapsody acomete desde el piano y con un swing que contagia a la orquesta).

Juan Gómez Espinosa