Korngold, el niño prodigio vienés que asombrara a Mahler y Strauss, el gran olvidado tras la II Guerra Mundial, tiene una gran producción de música de cámara en sus escasos 42 opus (recuerden que estuvo casi dos décadas componiendo bandas sonoras y dando forma al sonido épico de Hollywood). Espaciados entre ellos casualmente por unos diez años, sus tres cuartetos son excelentes ejemplos de su manera de componer: se atienen a la estructura heredada del clasicismo, cuatro movimientos con numerosos ejemplos de forma sonata, pero su densidad y valentía armónica, la melodía inspirada y la técnica perfecta del uso de los instrumentos de cuerda son marca de la casa. Mientras que el Primero Op. 16 (1923) es arrollador en su expresividad (tenía 26 años y estaba triunfando como compositor de óperas con La Ciudad Muerta), y el Segundo Cuarteto Op. 26 (1933) tuvo que ser estrenado en EE.UU tras su huida a Hollywood ante la “bestia parda”, el Tercer Cuarteto Op. 34 (1945) se mantiene fiel a su estilo, con un final optimista y entusiasta, y su estreno en Europa en 1951 pasaría totalmente desapercibido. El Cuarteto Tippett, habitual de este sello con obras de Penderecki, Gorecki, Tippett y otros, celebra su 25 aniversario con esta integral. Su perfección rítmica y atención al detalle, además de dotar de amplio aliento a las melodías korngoldianas, hacen de este disco, integral de los Cuartetos de su autor, una buena opción para adentrarse en su música de cámara. Eso sí, se recomienda más de una escucha para su paladeo y apreciación.

Jerónimo Marín