Este disco solo tiene una pega: dura poco, muy poco, tres cuartos de hora justos. Eso sí, espléndidos de principio a fin. Y no solo por la música, que se cuenta entre lo mejor de Leos Janácek, sino también por la calidad de la versión y no menos la de la grabación. Efectivamente, la del austriaco Acies Quartett es una lectura a tener muy en cuenta, sobre todo por la intensidad que sus componentes imprimen a estos pentagramas tan personales, incluso excéntricos, ejemplo de un maestro que inició su carrera dentro del historicismo nacionalista checo para luego, a medida que iba cumpliendo años, ir sorprendiendo con un estilo cada vez más inclasificable y original.

Ambas obras tienen mucho de autobiográficas, y es esa historia interior y dramática la que el cuarteto saca a la luz jugando con las texturas, con esas melodías obsesivas y muy especialmente con una rítmica desatada. Son versiones plásticas, expresivas, que seducen por un sonido cálido y, cuando toca, hiriente, afilado como un cuchillo, valores que la espléndida toma de sonido realza. Por tanto, sí, ciertamente el disco podría haberse completado con alguna otra obra de cámara, pero que, aun así, vale mucho la pena.

Juan Carlos Moreno